Existen instituciones que no se construyen únicamente con ladrillos ni con estatutos legales, sino con actos de amor repetidos en silencio, día tras día, durante generaciones. La Sociedad Protectora de la Infancia de Esquina es una de ellas. A lo largo de 110 años, esta entidad ha tejido su historia con el hilo invisible de la solidaridad, transformándose en un verdadero símbolo de lo que una comunidad puede lograr cuando el bien común es el motor que guía.
Desde 1914, cuando comenzó a funcionar en un modesto espacio junto a la iglesia, esta institución ha tenido un único objetivo: cuidar a los niños. Y lo ha hecho con gestos tan simples como poderosos. Servir una taza de leche caliente con algo para acompañar —una galletita, una factura, una masita— puede parecer pequeño, pero para quien recibe ese gesto, representa contención, pertenencia y afecto. En cada sorbo, hay un mensaje: «no estás solo, importás».
La historia de “La copa de leche”, como tantos la conocemos, no es lineal ni fácil. Se ha mudado, ha buscado refugio en distintos espacios de la ciudad, ha tenido que gestionar subsidios, sostenerse con donaciones, reinventarse. Pero en ese recorrido ha demostrado una resiliencia admirable.
Hoy funciona en su sede propia, adquirida en 1955 gracias al esfuerzo de su comisión directiva y al acompañamiento de la provincia. Su personería jurídica número nueve, obtenida en 1920, habla de una antigüedad legal que pocas entidades pueden mostrar, y su documentación, siempre al día, es prueba de un compromiso ético firme y constante.
Por https://culturaesquina.com.ar
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