En un mensaje dirigido a toda la diócesis, monseñor Adolfo Canecín, hizo suyo el saludo navideño del Santo Padre, instando a asumir la «responsabilidad» como el único camino hacia la paz verdadera. En este contexto, el diocesano recordó la importancia de este tiempo litúrgico. La Iglesia no celebra la Navidad solo por un día, sino a través de la Octava de Navidad: un periodo de ocho días (del 25 de diciembre al 1 de enero) en el que cada jornada se vive con la misma intensidad y alegría que el día de la Natividad.
Este domingo, en el marco de las celebraciones por el nacimiento del Salvador, el obispo monseñor Adolfo Canecín, compartió con la comunidad el mensaje de Navidad del Papa León XIV. Con un fuerte llamado a la unidad, el prelado pidió que las palabras del Pontífice sean recibidas y meditadas profundamente en toda la diócesis.
Jesús nació en un establo porque no había lugar para él en el albergue. Al nada más nacer, su madre María «lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre» (Lc 2,7). El Hijo de Dios, por medio del cual todo fue creado, no es acogido y su cuna es un pobre comedero para animales.
Haciendo eco de las palabras de León XIV, monseñor Canecín subrayó que el nacimiento del Señor no es solo un evento histórico, sino el «nacimiento de la paz».
El mensaje pontificio, que el obispo asumió como propio, destaca que Jesús eligió la pobreza del pesebre para identificarse con los marginados y excluidos.
«Dios, que nos ha creado sin nosotros, no puede salvarnos sin nosotros», cita el mensaje, apelando a la libre voluntad de amar para alcanzar la salvación.
El eje central de la exhortación radica en la responsabilidad individual. El Papa —y ahora el Obispo en su adhesión— señala que el mundo cambiará sólo cuando, en lugar de acusar a los demás, cada persona reconozca sus propias faltas, pida perdón y se solidarice con los más débiles.
Si cada uno de nosotros, a todos los niveles, en lugar de acusar a los demás, reconociera ante todo sus propias faltas y pidiera perdón a Dios, y al mismo tiempo se pusiera en el lugar de quienes sufren, fuera solidario con los más débiles y oprimidos, entonces el mundo cambiaría.
La noticia compartida por el obispo no olvida las heridas del mundo actual. Se elevaron oraciones por la paz en Medio Oriente, Ucrania, Haití y América Latina, pidiendo que el diálogo prevalezca sobre las exclusiones ideológicas.
Al Niño de Belén imploramos paz y consuelo para las víctimas de todas las guerras que se libran en el mundo, especialmente aquellas olvidadas; y para quienes sufren a causa de la injusticia, la inestabilidad política, la persecución religiosa y el terrorismo. Recuerdo de manera especial a los hermanos y hermanas de Sudán, Sudán del Sur, Malí, Burkina Faso y la República Democrática del Congo.
El mensaje también hace una mención especial a quienes sufren el drama de la migración y la falta de trabajo, recordando que Jesús se identifica con cada uno de ellos.
Que el Niño Jesús inspire a quienes tienen responsabilidades políticas en América Latina para que, al enfrentar los numerosos desafíos, se le dé espacio al diálogo por el bien común y no a las exclusiones ideológicas y partidistas.
Es una invitación a «prolongar» el misterio de la Encarnación, permitiendo que la luz del Niño Jesús penetre en todos los rincones de la vida cotidiana antes de concluir este Año Jubilar de la Esperanza.
Finalmente, el obispo recordó las palabras finales de León XIV: «Se cerrarán las Puertas Santas, pero Cristo, nuestra esperanza, permanece siempre con nosotros. Él es la puerta siempre abierta».
La alegre noticia de este día es que el Niño que ha nacido es Dios hecho hombre; que no viene a condenar, sino a salvar; la suya no es una aparición fugaz, pues Él viene para quedarse y entregarse a sí mismo. En Él toda herida es sanada y todo corazón encuentra descanso y paz. «El Nacimiento del Señor es el Nacimiento de la paz».
Con este espíritu, monseñor Adolfo Canecín renovó su deseo de una Navidad serena para todas las familias de la diócesis.-

