En la costanera, entre el aroma a río y el bullicio de la gente, Roberto ha encontrado su espacio como emprendedor. Cada tarde, con su bicicleta y su vitrina repleta de churros recién hechos, recorre la zona ofreciendo un producto de calidad que ya se ha convertido en un clásico para acompañar el mate. Su dedicación y esfuerzo diario lo han llevado a producir hasta 80 docenas de churros por día, demostrando que la pasión y el trabajo duro pueden ser el motor de un negocio exitoso.
Un negocio en expansión
Roberto comenzó vendiendo solo, pero con el tiempo incorporó a su hijo y a otro vendedor más. Juntos, recorren distintos puntos de la ciudad, cubriendo la costanera y barrios aledaños. Aunque actualmente no hacen delivery, están evaluando la posibilidad de incluir este servicio para mayor comodidad de sus clientes.
«Gracias a Dios, se vende, la gente come. Lo que es comida, digamos, se vende. Y esto para el mate viene de primera», afirma Roberto. Aunque las ventas se mantienen constantes, reconoce que los días frescos son los mejores para su producto: «En un día como hoy, te digo que está especial para el mate, se vende un montón. Igual, por más que haga calor, la gente lo sigue comprando».
Un proceso de calidad
Uno de los secretos del éxito de Roberto es el uso de ingredientes de primera calidad. Su dulce de leche es repostero, diluido con leche para lograr la textura ideal, y la harina es tipo 4.0. La receta de la masa de los churros es sencilla pero clave para el producto final: harina, agua y sal. «Tiene que ser agua hervida, si no está hervida el agua no sirve, porque se tiene que cocinar la masa», explica.
Los churros que vende tienen precios accesibles: cinco churros comunes por $1.000, cuatro rellenos con dulce de leche por $1.000, y los pirulines, una especialidad menos conocida, también a cuatro por $1.000. La docena se vende a $3.000, manteniéndose como una opción económica y deliciosa.
Un futuro prometedor
El sueño de Roberto es seguir expandiendo su negocio. «Arranqué yo solo, con esta bicicleta y con esta vitrina. Después vino mi hijo y arrancamos juntos, y tenemos otro vendedor más. Ahora ya somos tres y la idea es por lo menos largar unos 10 vendedores», comenta. Además, planea abrir un local propio bajo el nombre «Churrería Los Mellis», en honor a su experiencia en una churrería en Rosario.
Más allá del crecimiento personal, Roberto también busca generar empleo. «El churrero que menos vende hace 20 docenas. Si le doy $1.000 por docena, desde las 4 hasta las 8 de la noche, más o menos, nadie gana $20.000 en 4 horas», señala. Actualmente está buscando vendedores, y quienes estén interesados pueden contactarlo directamente en la calle.
Con esfuerzo, creatividad y dedicación, Roberto demuestra que no hay límites para emprender. Su historia inspira a la comunidad a buscar oportunidades, adaptarse a los desafíos y trabajar con pasión. Sin duda, un ejemplo de que con perseverancia, cualquier sueño puede hacerse realidad.