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El ser Interruptus y la hipocresía de ser

Por Quimi Tognola
El hombre de Cro-Magnon parado en la roca del  paleolítico miraba el infinito sin siquiera sospechar que miles de años después el  homo sapiens argentino descendería a la cultura cavernícola al debatir la legalización de la muerte con el falso concepto de la interrupción de la vida, pues solo se interrumpe lo que  luego continúa, no lo que cesa o se mata, buscando un recurso semántico para adornar su moral.

Entonces la Ley de interrupción voluntaria del embarazo denota un vacío conceptual  hermeneútico de su texto, pues no es una interrupción ni mucho menos la voluntad de un ser, pues están involucradas tres voluntades, aunque una sea inconsciente, la madre, el padre y el embrión, que no es otra cosa que la conjunción de los genes de dos seres en uno con una matriz diferente, es decir un proyecto de persona unívoco con carga genética propia proveniente de dos fuentes distintas. Esta unión, que es la esencia de la descendencia y evolución del hombre en una célula con vida propia constituye el proyecto biológico de persona consolidado con el tiempo a través de sus etapas vegetativa, sensitiva y racional que se transforma en un ser sujeto a derecho. Y la gran incógnita que ni la ciencia, la filosofía o la religión pudo develar es en qué momento del proceso evolutivo se produce la fusión entre materia y espíritu o entre el cuerpo y el alma. Desde los filósofos presocráticos que hablaban de la armonía y el equilibrio del ser y la naturaleza, pasando por la visión basada en la fe de la Edad media y al hombre como una criatura de Dios, o en la actualidad el ser humano hurgando en la ciencia en búsqueda de la inmortalidad, de animales a dioses, como lo explica claramente en su último libro Homos Deus de Yuval Noah Harari.

 Queda explícito entonces que si la ciencia logra evitar  la extinción del cuerpo reemplazando los tejidos muertos y haciendo eterna la existencia, la procreación con transmisión de los genes como garantía de continuidad de la especie no tendría sentido y el ser como proyecto no estaría en discusión, pero está, a pesar de los avances del estudio del  genoma humano, la inteligencia artificial y la bio psicología ética no nos ponemos de acuerdo en el inicio de la vida humana. Y esto que implica cuestiones biológicas, científicas, religiosas, morales y jurídicas no habilita a discutir si arbitrariamente  podemos decidir sobre la continuidad de un proyecto de vida. En efecto la carga genética del padre y de la madre lo transforma en una entidad única, irrepetible, con genoma propio como ser humano y persona futura lo que su aniquilación no solo es inmoral, sino que es el asesinato de un inocente. Y aturde el silencio de la complicidad pontificia en un tema tan sensible a los valores y principios de la Iglesia, pues las religiones nacen como faro moral de la humanidad pre jurídica, entonces el Papa Francisco antepone sus intereses políticos y su ideología a su deber ser pastoral.

Minorías intensas e ideologizadas, de la mano de políticos inmorales e irresponsables gritan desnudas y pintadas de verde en un grotesco espectáculo clamando por su libertad, nadie les dice que la libertad tiene un compromiso con la responsabilidad, y que en vez de drogarse, emborracharse, aturdirse de sexo casual deberían cuidarse habiendo tantos medios para hacerlo y pensar que la sociedad no tiene porque pagar los costos con sus impuestos de su irresponsabilidad manifiesta.

La concepción de otra vida necesita de planificación, proyecto y sobre todo amor entre quienes toman esta decisión. Sé que se necesitan las condiciones educativas, culturales, económicas y sociales para evitar este triste escenario donde una Ley no puede corregir las inequidades y menos aún proponiendo matar la gestación del futuro.

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