Estancia Buena Vista: un incendio, una división y el arte de recibir huéspedes en Esquina
La familia Liebig – Röhner es pionera en la localidad de Esquina.
12 de enero de 2022 Ana van Gelderen LA NACION
“Este casco es de 1890, era de la familia Fernández Soto y originalmente tenía forma de U, con el aljibe en el medio”, cuenta Klaus Liebig mientras preside la mesa en el comedor de Estancia Buena Vista. “A principios del siglo pasado un rayo cayó sobre un cable que atravesaba la estancia. Se prendió fuego e incendió una parte de la casa, que perdió un ala”, anticipa. Y sigue: “Esta era una posta del tendido del teléfono que iba de Esquina a Estancia Juan y Hugo, un campo muy moderno que tenía capitales extranjeros”, agrega Klaus, que es el anfitrión del establecimiento ganadero que sus padres, Klaus Liebig y Sara Röhner, abrieron al turismo en los años noventa y que, con algunos altibajos, recibe visitantes desde entonces.
“Buena parte de la casa estuvo en ruinas durante un tiempo. Mi abuelo la puso en marcha de nuevo”, apunta Klaus –Klausito para quienes lo conocen– que es nieto de Augusto Röhner, encargado (desde 1920) de administrar las tierras en Esquina que pertenecían a su tío suizo, Santiago Baumann. “Aquí vivía el capataz de mi abuelo”, agrega el más joven de los Liebig después de servir el postre y revelar que las milanesas de la comida eran de búfalo y no de vaca. “Un total de 25 mil hectáreas integraban la estancia ganadera Santa Elena, que en 1981 se dividió entre los hijos de mi abuelo –casado con Clotilde Martínez, correntina– y así heredó mi madre, Sara”, relata Klaus.
Cuenta entonces que la impronta alemana llegó a la familia en 1974, cuando Sara conoció a un berlinés, Klaus, en una playa de Punta del Este. “Mi mamá solía pasar los veranos allá, y mi papá estaba de viaje de estudiantes. Se enamoraron, se casaron y mi papá se instaló en Argentina, desde donde representaba firmas alemanas ferroviarias y aeronáuticas. Siempre le encantó el campo”, destaca y se lanza al relato de cómo una estancia ganadera de Corrientes pasó a ser ícono del turismo rural.
Klaus y su mujer, Gloria Rosado, con sus hijos Bastian y Lisa. @estanciabuenavista
“Vivíamos en Buenos Aires pero veníamos muy seguido al campo. Mi padre trabajaba con extranjeros que se quedaban tres meses en Argentina y para distender, los fines de semana venían de visita. ‘Andate a lo de Klaus’, era la recomendación de escapada clásica entre los miembros de la comunidad germana en nuestro país. Hasta que mi vieja vio el negocio, a mediados de los años ‘90, y se contactó con agencias de turismo internacionales para ofrecerse como alojamiento”, cuenta Klaus mientras andamos a caballo por el campo, entre lagunas de estero, plantaciones de pino y corrales donde los búfalos son toda una atracción. Todo después de arriar vacas, ver una jornada de doma e incluso cómo carnean un cordero. Lejos de la RN 12 y con la sensación de estar frente a lo más vernáculo de una estancia correntina.
Criado en el barrio Recoleta, Klaus estudió Comercialización y recién recibido, en 2004, se mudó a Esquina para sumarse a ese proyecto turístico de sus padres que tantas satisfacciones le daba a la familia. “Mi sueño de toda la vida era venirme al campo”, cuenta el hombre de 41 años que en la ciudad correntina contaba con la casa de su abuela, para hacer base. “Aquí conocí a Gloria, mi mujer, que es de Esquina. Nos casamos en 2011 y tuvimos a Bastian y Lisa”, cuenta Klaus, que siempre secundó a sus padres en el rol de recibir gente en la estancia. Detalla que poco después de casarse inició un largo proceso de división de la estancia con su hermana mayor, que en 2016 lo llevó a dar un paso al costado de las cuestiones rurales, para aceptar un cargo como subsecretario de Turismo de la provincia.
Sin embargo, la pasión de Klaus por Buena Vista, hizo que en agosto del 2019 llegara a un acuerdo con su hermana y firmen la división. “Reabrimos ese invierno y desde entonces estoy al frente junto con mi mujer, que es fundamental en todo esto. Siguieron llamando muchos huéspedes de siempre y se sumaron nuevos”, celebra Klaus. ¿La pandemia? “Fue duro. Tuve que sacar dos créditos –que aún estoy pagando– para no echar a nadie. Es que siempre supe que Buena Vista se reactivaría y que yo necesitaría a la gente que trabaja con nosotros”, cuenta Klaus. Y con tristeza detalla que hace tres meses murió su padre, por Covid, a los 85 años. Sara, en tanto, vive en Esquina.
“Desde que tengo 12 años, estar en mi campo es recibir gente. Los que hacemos turismo rural hace tanto tiempo sabemos lo que es estar siempre dispuesto a mostrar tu casa y lo que hacés. Y te enorgullecés de lo que tenés para compartir. Me hace muy feliz que los huéspedes vuelvan y me digan que aquí se sienten como en su casa”, comenta Klaus. Y resume: “Es que esta es una estancia donde nada es decoración. Todo se puede tocar, usar y disfrutar”.
Datos útiles:
Estancia Buena Vista. Paraje Los Laureles. T: (3777) 41-2888. IG: @estanciabuenavista. Funciona como una clásica estancia de época con ocho habitaciones cómodas –algunas en el casco principal y otras apenas apartadas–, una casa de huéspedes, y un living y comedor muy agradables, con acceso a galerías. Klaus Liebig, segunda generación de dueños, ofrece jornadas de vida rural y las cuatro comidas en el campo de 1.320 hectáreas con 18 de parque. Desde $10.000 por persona con pensión completa y actividades incluidas.