Fuera de casa las cosas van muy bien contra los de negro. Tres victorias en cinco años, y la última, con la mayor cantidad de puntos recibidos por All Blacks como local en su historia (38), connotan una evolución incuestionable de los Pumas. Que están en el mejor momento de su existencia más allá del bronce de Francia 2007.
Fronteras adentro, Nueva Zelanda sigue invicta. Sin jet-lag, con el aliento del público (esta vez hubo 55.724 aficionados, tal vez un récord en territorio nacional para el rugby), con enorme motivación y en canchas conocidas, a los Pumas se les ha hecho más difícil que con varios de esos factores en contra en Oceanía. ¿Qué sucede? ¿Presión excesiva? ¿Sobreconfianza?
No está claro. Sí, en cambio, que hay patrones que se repiten. Si se repasa los desarrollos de muchos desempeños de All Blacks en estas pampas y cerca de los Andes se encuentra un factor común: un primer tiempo decepcionante para los albicelestes, baño frío de realidad con que los neozelandeses les recuerdan que son los mejores o casi en el mundo y que nadie se los lleva por delante; un inicio revitalizador de segundo período, con dominio de posesión y territorial y aproximación en el tablero, y un cuarto final de partido de resurgimiento black, de baldazo de agua helada a una esperanza caliente.
Pasó en Córdoba; eso mismo, o algo parecido, había sucedido en Mendoza, en Vélez, en La Plata. ¿Qué hay detrás? ¿Cómo contrarrestarlo? ¿Se puede con preparación específica o se trata de una circunstancia aleatoria, y por tanto, casi imprevisible?
Ese bajón de tensión neozelandesa en la primera mitad del segundo tiempo hasta parece ser intencional. Un cambio de aire, un recreo mental. Porque cuando hay tanto talento y tanta automatización de movimientos perfectos, hasta no es imprescindible “jugar los 80 minutos”, algo que tanto se predica y se procura en el rugby nacional. Que lo hace porque, sí, lo necesita.
Está de moda el concepto de “bomb squad”, por la ventana de cambios masivos que en la segunda etapa renueva un pack para impactar. Como anfitriones de All Blacks, a los Pumas está faltándoles ese revulsivo algo más tarde: los 20 minutos finales son cruciales. Pero claro que si no hay una recarga antes, tal vez ni siquiera se llegue a tiro en el tablero a ese momento. Ni hablar de los primeros 40, cuando la cuestión no es tanto de energía como de concentración.
Compacto de Argentina 24 vs. Nueva Zelanda 41
En todo caso, en terreno albiceleste, los 60 minutos de conexión de alto voltaje de Nueva Zelanda doblegan a los ¿30?, ¿40?, de la selección nacional. Queda pendiente hallar la causa de ese corte de electricidad. Algo de lo cual los argentinos saben un poco.