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Ingresó a una clínica por una complicación cardíaca leve y murió: fue el fentanilo contaminado

Por EDUARDO SCHWEIZER
Última actualización: 24 de julio de 2025
13 Lectura mínima
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Ingresó a una clínica por una complicación cardíaca leve y murió: fue el fentanilo contaminado

“Mi papá quería vivir mucho. Eso es lo que más duele”, dice Marcela en diálogo con LA NACION. Su padre, Claudio Napolitano, no era un abuelo común: a los 80 años, todavía manejaba solo hasta Brasil tres veces por año, caminaba por la playa, enviaba fotos con tablas de surf –aunque no surfeaba– y bromeaba con sus hijos sobre sus numerosas novias. “No era un señor que se quedaba en su casa”, recuerda.

Apenas 20 días después de su regreso del último viaje al vecino país, fue internado de urgencia en Rosario, cerca de su lugar de residencia. Murió el 1° de mayo. Es uno de los 54 fallecidos que, según confirmaron fuentes judiciales, integran la lista de víctimas mortales vinculadas con el brote infeccioso por fentanilo contaminado que se investiga en centros de salud de distintas provincias argentinas.

Marcela habla con la doble carga emocional de quien es, además de familiar directo, médica de profesión. Desde ese lugar reconstruye con precisión la historia clínica, personal y emocional de su padre. Claudio había nacido en Nápoles, Italia, y había llegado a Rosario siendo un niño. Vivió más de 20 años en Brasil y, tras su regreso, se instaló en Roldán, una localidad ubicada en las afueras de la ciudad santafesina. Tuvo cuatro hijos. “Él amaba los animales. Todos los días nos mandaba fotos de perros del barrio que le robaban las azucareras y se las traían. Por él, nosotros también aprendimos a quererlos”, dice Marcela. Y por él, también, hoy intenta aportar claridad a una causa donde, tres meses después, todavía no hay detenidos.

Napolitano era un hombre muy cercano a sus hijos y nietos, con quienes compartía viajes, charlas y juegos

Claudio ingresó al Instituto Cardiovascular de Rosario (ICR) en el último viernes de abril. Uno de los dos cables de su marcapasos se había desconectado. Como se avecinaba un fin de semana largo, la familia buscó asistencia rápidamente. “Lo llevaron al ICR porque ya se atendía ahí, era el mejor lugar cardiovascular de Rosario”, explica su hija. Apenas ingresó fue intubado y sedado. En el entorno médico se sabe: entrar a terapia intensiva con asistencia respiratoria es un cuadro grave. Pero Napolitano parecía desafiar todos los pronósticos.

“El marcapasos nuevo funcionó perfecto. Las primeras 48 horas las pasó muy bien. Los médicos estaban sorprendidos. Yo, que soy médica, seguía todos los estudios, las tomografías, los valores. Todo venía bien”, relata Marcela. El 1° de mayo, ella incluso fue a trabajar. Antes, había consultado con el equipo médico que lo atendía. “Me dijeron: ‘Andá tranquila, está bien. Va a llevar tiempo de evolución, pero está estable’”. A las pocas horas, volvió a la clínica con unos churros de regalo para el personal por el Día del Trabajador. “Cuando llegué, escuché ruidos raros, los de reanimación. Me hicieron una seña desde adentro. Estaban reanimando a alguien. Era él. Falleció ese mismo día”.

Durante varias horas, lo único que circuló entre los hermanos fue la incertidumbre. “Yo decía: ‘No sé qué tuvo‘. Tenía todo bien. Las tomografías, los estudios de laboratorio. Ni fiebre tuvo. Estaba mejor que yo”, expresa Marcela. Al día siguiente, el 2 de mayo, su hermana le envió una noticia que hablaba del fentanilo contaminado. “Dije ‘No puede ser, tan mala suerte…’. Porque es algo inesperado”. Y agrega: “Ya habían salido tres casos del Instituto Cardiovascular de Rosario; seis casos del Hospital Clemente Álvarez, que es el de emergencias; un caso del Italiano de Rosario y algunos casos de Santa Fe. Ahí empecé a conectar todo”.

Claudio junto a una moto, durante uno de sus viajes en solitario

Las semanas posteriores fueron de búsqueda, reconstrucción y conexión con otras víctimas. Leyó la historia clínica de su padre con la meticulosidad de quien está acostumbrada a esos documentos. “En la última frase de la historia clínica dice que en la reanimación usaron 10 ampollas de fentanilo juntas. Eso fue lo que me terminó de cerrar todo”, relata. Se contactó con Adriana, la abogada que representa a varias familias, y con Sol, la madre de Renato Nicolini, el joven de 18 años cuya muerte también se asocia con este brote. El círculo de familiares comenzó a crecer.

La confirmación final llegó días después. “En un comienzo me lo confirmó un primo mío, que se comunicó con una médica del ICR –explica–. En Rosario nos conocemos todos. Ella le dijo que sí, que durante esos días se había usado ese lote”. Más tarde, el dato fue ratificado formalmente. “La semana pasada se lo confirmaron desde la clínica a la abogada. O sea que exactamente en esa semana que mi papá estuvo internado fue cuando se usó este lote contaminado”, afirma. LA NACION contactó al ICR, pero hasta el cierre de esta nota no se obtuvo respuesta ni se realizaron declaraciones públicas al respecto.

Durante la investigación en curso, fueron halladas dos bacterias en las ampollas de fentanilo, Ralstonia pickettii y Klebsiella pneumoniae productora de metalobetalactamasa (MBL), que habrían provocado en los pacientes una infección invasiva con shock séptico.

Marcela con su padre, Claudio Napolitano, que murió tras recibir fentanilo contaminado durante una internación

A Marcela no pudieron decirle con precisión si las ampollas que recibió su padre fueron exactamente las defectuosas: no existe trazabilidad. “Ese es otro error gravísimo. En terapia intensiva se usan muchas ampollas por día, a veces hasta 30. Y no se anota el número de cada una. Pero con saber que se usó ese lote ya se lo considera caso sospechoso”, apunta.

La noticia pública del brote infeccioso se conoció el 8 de mayo, días después de la muerte de Napolitano. Marcela cree que el caso de su padre fue tan evidente que los médicos se dieron cuenta en ese momento y dejaron de usarlo. “Por eso digo que su muerte sirvió para evitar otras. Ojalá. Pero me queda la duda: ¿cuántas familias más ni siquiera saben?”, se pregunta.

Durante un mes, intentó averiguar qué otras víctimas había en Rosario. No encontró respuestas: “El silencio es total. Rosario es muy chico. Todos nos conocemos. Y hay mucho miedo. Me decían ‘No te metás’. Hay un entramado instalado hace años”. Se refiere a la red de relaciones entre laboratorios, distribuidores, autoridades sanitarias y centros de salud. Una estructura, sostiene, donde la impunidad es regla. “La municipalidad ahora es querellante, igual que la gobernación. Pero al ser querellantes no pueden ser demandadas”, advierte.

Napolitano junto a su familia, con quien mantenía un vínculo cercano hasta el final

Marcela decidió incorporarse a la causa judicial que se tramita en La Plata, en el juzgado a cargo de Ernesto Kreplak, ya que en Rosario no había ninguna iniciada. Su intención, aclara, no es solo que el caso de su padre sea tenido en cuenta, sino también ayudar a dimensionar el alcance real del brote. “Lo que yo quería era que se supiera que son más de 52. Que se sepa que hubo más víctimas. Pero no solo eso: que haya responsabilidad institucional, que se informe a las familias”, enumera. Su mayor preocupación es que muchas personas aún no sepan lo que realmente ocurrió. “Yo me enteré porque soy médica. ¿Y los demás?”, dispara.

La historia clínica no detalla qué bacterias había en el organismo de su padre. No le hicieron un hemocultivo porque no presentó fiebre ni síntomas de infección. “Entró con glóbulos blancos normales. A las 48 o 72 horas subieron. Le pidieron una tomografía. Estaba empezando una neumonía bilateral. Lo trataron con antibiótico básico. Al otro día falleció”, describe. Las causas de defunción, como en todos los certificados, fueron genéricas: paro cardiorrespiratorio e insuficiencia respiratoria.

“No me parece viable exhumar cuerpos, es violento para las familias. Además, los datos ya están. Se sabe qué lote, quién lo usó, dónde. Y sin embargo no hay nadie preso –dice Marcela–. Eso es lo raro. Lo que uno pretende es respeto, justicia”.

Como médica, sabe lo que implica prescribir fentanilo. “Nos exigen muchísimo. Recetas especiales, formularios, consentimiento informado a la familia. Y, al final, desde arriba no controlaron nada. El laboratorio ya tenía 140 denuncias en la Anmat”, lamenta.

Claudio Napolitano en la playa, rodeado de amigos, en Brasil

Lo que más la angustia es el desconocimiento. “La gente no sabe lo que es el fentanilo. Creen que es una droga más. Pero es 100 veces más potente que la morfina. Lo usamos para calmar el dolor de pacientes terminales. Una sola ampolla puede matarte”, refiere. Cree que muchas familias ni siquiera saben qué es esa sustancia, ni su peligrosidad, ni que la recibieron.

La entrevista transcurre con una mezcla de precisión clínica y desgarro emocional. “Yo estaba convencida de que salía”, lamenta. Su padre era fuerte, tenía genética buena. Una hermana de él tiene 90 años. “Nadie podía creerlo en el velatorio. Fue mucha gente. Nadie entendía. Nadie dijo nada malo. Era muy querido”, recuerda.

La muerte de Napolitano obligó a Marcela a revisar todo. A reconstruir paso a paso lo que había pasado. A hablar con sus hermanos, que durante semanas no supieron del fentanilo. “No les quería decir. No quería angustiar más. Ellos se atienden en el ICR. Es un gran lugar. Harvard hace investigaciones ahí. Yo siempre decía: ‘Si pasa algo, atiéndanse ahí’”.

El impacto de la muerte no fue solo familiar. También fue profesional. “Como médica, todo esto me sacó las ganas de seguir ejerciendo. En la pandemia ya me había pasado, pero esto fue la gota que rebalsó el vaso”.

La historia de Napolitano es la tercera que sale a la luz. Antes se conocieron los casos de Nicolini y de Leonel Ayala, de 32. “Cuando vi lo de Renato me terminó de cerrar todo. Ahí supe que era mucho más grave. Que no importaba la edad. Que podía pasarle a cualquiera”. Marcela remarca que no debería relativizarse ninguna muerte por tratarse de un adulto mayor. “Mi papá tenía 80 años, sí. Pero caminaba por la playa, viajaba solo, tenía proyectos. Hay quienes dicen ‘Bueno, tenía edad avanzada’ o ‘Tenía un marcapaso’, como si eso justificara algo. No. Lo que pasó está mal igual”. Por eso decidió hablar, porque cree que cada caso tiene que contarse. “La corrupción mata. Este es un ejemplo clarísimo de eso. No creo que lo hayan hecho adrede, pero sí con desconocimiento. Y ese desconocimiento, cuando es en salud, es gravísimo”, concluye.




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