Pasaban las horas y se acercaba la crucial sesión en la Cámara de Diputados, que terminaría dándole al bloque libertario la primera minoría de la nueva Cámara baja. Fue entonces cuando Eduardo Valdés, veterano diputado, dirigente del PJ porteño y fiel asistente al departamento de San José 1111 donde Cristina Kirchner cumple su condena, tomó su teléfono celular. Era para comunicarse con Raúl Jalil, gobernador de Catamarca y por entonces ya decidido a que sus legisladores salieran del bloque de Unión por la Patria y, a través de ese paso, le dieran una gran mano al gobierno de Javier Milei.
Cuentan fuentes indiscretas que Valdés intentó convencer al gobernador catamarqueño, aunque sin utilizar el mote de “traidor” con el que varios peronistas descalifican a Jalil. Lo suyo intentó ser la persuasión, pero el siempre afable mandatario catamarqueño se mostraba reacio a modificar lo que, horas más tarde, se transformaría en realidad: la renuncia de los diputados Fernanda Ávila (ex secretaria de Minería nacional) Fernando Monguillot y Sebastián Nóblega, quienes conformaron el bloque Elijo Catamarca y dejaron sin la ansiada mayoría a UP.

