- 6 minutos de lectura‘
Buenos Aires podría quedarse sin el Obelisco, pero jamás sin sus cafés. Ni siquiera la pandemia pudo con ellos. Es que los bares son una manera de pensar, de estar en el mundo. Un segundo hogar. Son tan indispensables que a estas alturas no sería un desatino afirmar que en la ciudad existe al menos uno por cuadra, más ahora que proliferan en modalidad al paso (take away) y las cafeterías de especialidad. Cualquiera sea el formato, existen desde que la ciudad era un polvoriento caserío de tejas y faroles de aceite, y desde entonces son el escenario de nuestras pequeñas epopeyas cotidianas. En sus mesas se fraguaron revoluciones y amores, versos y traiciones; se soñaron repúblicas y se exageraron anécdotas que, con el tiempo, se volvieron historia, quizás esta misma que ahora estamos reescribiendo…
No es casual que en 1998 la ciudad haya decidido protegerlos para asegurar su continuidad. La Ley 35 promulgada ese año permitió la creación de la Comisión de Protección y Promoción de los Cafés, Bares, Billares y Confiterías Notables de la Ciudad de Buenos Aires que, en su artículo segundo, considera ‘notables’ a “… [] aquellos bares, cafés, billares o confiterías relacionados con hechos o actividades culturales de significación, aquellos cuya antigüedad, diseño arquitectónico o relevancia local, le otorgan un valor propio”. lo cierto es que la red de bares notables hoy se extiende por todos los barrios porteños, y gracias a un trabajo colaborativo con las autoridades de turno con el tiempo se fueron integrando a la oferta cultural de Buenos Aires, hasta convertirse en verdaderos centros culturales con una rica variedad de actividades que van desde muestras de arte visuales, escénicas, música, danza y literatura hasta tertulias sobre patrimonio urbano, entre otros temas.
En 2022, quizá como consecuencia de tanto encierro forzado, surgió la iniciativa de reposicionarlos dentro del circuito de salidas mediante la creación de La Noche de los Bares notables, una celebración especial que va por la cuarta edición. El evento convoca a cada vez más vecinos y turistas que en este 2025 podrán disfrutar más de 120 propuestas programadas en los 24 barrios: hay desde espectáculos de tango, shows itinerantes, recorridos guiados, exposiciones de fotografía y artes visuales, talleres, opciones de cafetería y hasta un novedoso Pop up de cocinas con la presencia de reconocidos chefs que intervendrán las cartas de diez bares históricos, entre ellos el Florida Garden, La Giralda, 8 Esquinas, Café Margot, El Federal, La Poesía, Café Cortázar, El Hipopótamo, Celta, Los Galgos, El Roma del Abasto, Almacén y Bar Lavalle, entre otros.
En cada uno habrá menús especiales para la ocasión, además de que visitarán el evento los bares notables de Rosario que son parte del proyecto “Hermanamientos Bares Notables Rosario/Buenos Aires”, como El Bar Junior y El Comedor Balcarce, que presentarán sus platos destacados en el Café Paulin y en El Federal. Entre los cocineros invitados esa noche figuran Diego Gera, Liz Fonseca, Pedro Díaz, Santiago Amin, Gaspar Natiello, Facundo Bermejo, Gabriel Kogan y Julián Díaz, además de Wado Velázquez (Barista) y Facundo (Julio Bartender). Otra novedad: la Asociación de Hoteles, Restaurantes, Confiterías y Cafés (AHRCC) se suma con un recorrido por la ciudad en un auto clásico del Buenos Aires de los años veinte, acompañado por un espectáculo de jazz itinerante.
Cuenta Germinal Nogués en su Misteriosa Buenos Aires que muchos de los bares tradicionales estaban ubicados en ochavas y tenían dos entradas, un salón especial para familias y el infaltable cartelito que prohibía escupir en el suelo. Los del centro lograron sobrevivir a la competencia a fuerza de ceder a las luces dicroicas y las sillas de caño pintado de los noventa, mientras en los barrios la mayoría mantiene su esencia con dignidad, aunque en algo aggiornados.
Las crónicas coinciden en que el primero de todos fue el Café de Los Catalanes, abierto en 1799, en la actual esquina de Perón y San Martín. Funcionó durante poco menos de un siglo y desde el vamos fue tribuna política: en sus mesas se sentaron los primeros rebeldes de la época, que también hacían base en el vecino Café de Marco, abierto en 1801 frente a la iglesia San Ignacio de Loyola, a pasos del Cabildo, en Bolívar y Alsina. Dicen que ahí se sentaban Manuel Belgrano y Mariano Moreno, entre otros tantos apellidos ilustres, a conspirar contra el tedio colonial y, según, la leyenda, a discutir quién pagaba la cuenta.
En los albores del siglo XX el tango se apropió de los cafés, cambiando la atmósfera de los espacios, recuerda Horacio Spinetto en el prólogo de Cafés de Buenos Aires, un libro que reúne a los primeros de 39 establecimientos de la lista.
Entre guapos, humo de cigarrillos, vasos de caña y guitarras, el 2×4 fue dejando los arrabales para transformarse en patrimonio de todos, incluso de los niños bien que madrugaban en el antiguo Café Domínguez o en El Nacional, sobre la ya mítica Avenida Corrientes. Dicen que en el café O´ Rondeman de Humahuaca y Agüero cantaba un “francés venido de Uruguay “- o al revés- conocido como “El morocho del Abasto” pero de apellido Gardel. Más tarde, los bares fueron mutando en trinchera de artistas y escritores: Macedonio, Borges y Xul Solar se juntaban en La Perla del Once; Quinquela y Alfonsina en el Tortoni; Oliverio y Norah Lange en el sótano del tristemente desaparecido Hotel Castelar. Todos estos tugurios, sin excepción, compartían el mismo telón de fondo: pisos en damero o a veces pinotea, mesas tambaleantes niveladas con alguna tapita, mostrador con estaño y la consabida campana de vidrio para proteger pebetes y biscuits; decorados de almanaque, ventanas con guillotina, murmullo de pocillos y cucharitas, y el ingrediente más importante de todos: el mozo amigo/psicólogo, a veces de impecable moño y repasador colgando del brazo.
Entre los primeros establecimientos que integraron la primera lista de Bares Notables figuran, por supuesto, La Biela, el Británico y el Café Tortoni, considerado el más antiguo funcionando ininterrumpidamente desde 1858, su fundación. Al principio el local tenía acceso por calle Rivadavia hasta que se estableció el ingreso principal por Avenida de Mayo, el 26 de octubre de 1894, fecha que hoy se celebra como el Día de los Cafés de Buenos Aires.
Los años pasan, los bares más jóvenes se van haciendo viejos y la lista de Notables naturalmente se renueva. Si se han mantenido leales a sí mismos -lo que incluye haber resistido inflaciones crónicas y estampidas del dólar, covides y modas pasajeras- ya es mérito suficiente para integrar la selecta red de bares protegidos, a la que acaba de sumarse el Josephina´s Café, ubicado en la esquina donde Juncal se une a Guido, la mini París de Recoleta.