Perder el cabello suele asociarse con un problema estético, pero cada vez más especialistas insisten en que también puede ser un aviso temprano de desbalances hormonales, estrés, deficiencias nutricionales o incluso enfermedades autoinmunes. El médico cirujano capilar y estético facial Martín Castillo asegura que el error más común de los pacientes es esperar a que el problema avance antes de consultar. “Si lo detectamos a tiempo, en la mayoría de los casos podemos revertirlo. Pero si dejamos pasar los signos, las soluciones tienden a ser más costosas, extensas o incluso imposibles”, afirma.
La caída capilar, explica el experto, tiene múltiples orígenes. En los hombres, el más frecuente es la alopecia androgenética, una condición hereditaria que afecta a siete de cada diez varones entre los 20 y 40 años. Este tipo de calvicie está vinculada a la acción de la hormona dihidrotestosterona (DHT), que debilita progresivamente los folículos pilosos hasta cerrarlos por completo. “Cuando el folículo se cicatriza, no hay vuelta atrás. Allí ya no sirven ni las vitaminas ni los tratamientos tópicos. La única solución es el injerto capilar”, advierte.
Más allá de la genética, el estrés se ha convertido en una de las causas más visibles de pérdida de cabello en la última década. La llamada alopecia areata aparece después de episodios de alta tensión emocional, como un divorcio, la muerte de un ser querido o un conflicto laboral intenso. En estos casos, el sistema inmunológico produce un exceso de anticuerpos que terminan atacando los folículos, generando parches circulares de calvicie en la cabeza, la barba o incluso las cejas. Si no se trata, puede evolucionar hacia la alopecia universal, es decir, pérdida total del pelo.
La alimentación también juega un papel determinante. Según Castillo, una dieta sin suficiente proteína animal puede afectar la producción de queratina, la proteína que compone el 90 % del cabello. Aunque las fuentes vegetales son válidas, no siempre aportan los aminoácidos esenciales para mantener un pelo fuerte. “Sin la materia prima adecuada, el pelo se vuelve más fino, quebradizo y cae con facilidad”, subraya. Por eso, las personas que siguen dietas veganas o vegetarianas deben prestar especial atención a la calidad de su ingesta proteica, recurriendo a combinaciones de alimentos o suplementos nutricionales.
En las mujeres, los cambios hormonales asociados con el climaterio representan otro factor de riesgo. La caída de estrógeno en mayores de 45 años puede derivar en alopecia frontal fibrosante, una condición en la que la línea del cabello retrocede y la frente luce más amplia. El proceso suele acompañarse de resequedad, picazón y disminución de la densidad capilar. Aunque el injerto puede ser una alternativa, no siempre es exitoso si el tejido ya está deteriorado o presenta mala irrigación.
El hipotiroidismo es otra enfermedad que se refleja en el espejo. Más común en mujeres que en hombres, afecta el metabolismo y ralentiza la regeneración de las fibras capilares, generando un adelgazamiento progresivo del pelo. El diagnóstico temprano es decisivo para evitar que el problema avance sin control.
Pero, ¿cómo saber si se está perdiendo más cabello de lo normal? El especialista señala que hasta 70 u 80 hebras al día entran en el rango de lo esperado. Cuando la cifra supera los 90, la señal es clara: algo anda mal. “La mayoría llega tarde. Nosotros hemos llegado a realizar injertos de hasta 6000 fibras capilares en dos días, con un equipo de siete personas. Pero, ¿por qué esperar a eso si podemos prevenirlo?”, cuestiona Castillo.
Incluso prácticas cotidianas como el uso de gorras pueden convertirse en un detonante indirecto. Aunque no generan calvicie por sí solas, sí pueden crear un ambiente húmedo ideal para la proliferación de hongos como el Malassezia furfur, responsables de la dermatitis seborreica o caspa. “El problema no es la gorra, es no lavarse el pelo a diario si se produce mucho sebo. Humedad más grasa equivale a hongo. Y el hongo sí debilita el cabello”, explica.
Por eso, más que un asunto de apariencia, la caída del cabello debe entenderse como una señal de alerta. “¿Se te tapa más el sifón? ¿Notas tu frente más amplia? ¿Tu almohada tiene más pelos que antes? Esas pequeñas señales son las que debemos tomar en serio”, enfatiza el especialista. La buena noticia, insiste, es que en la mayoría de los casos existen soluciones, siempre y cuando se actúe a tiempo. Detectar, consultar y tratar son los tres pasos clave para prevenir que un problema reversible se convierta en una pérdida definitiva.