El bolsillo aprieta y el nivel de endeudamiento de las familias va en aumento. Según datos relevados por la consultora D’Alessio IROL, cuatro de cada 10 argentinos destinan más de la mitad de sus ingresos a pagar cuotas de préstamos o tarjeta de crédito.
“El impacto es desigual según nivel socioeconómico”, dice Nora D’ Alessio, CEO de la consultora. “En el nivel medio alto el 16% del ingreso va al pago de cuotas, en el medio el 35% y en los niveles socioeconómicos más bajos el 55% de lo que ingresa se va en atender deudas”.
La especialista agrega al análisis un dato alarmante. “Dos de cada diez ya saben, apenas inicia el mes, que el 75% de lo que ganan se irá a cubrir deudas”.
A esta situación se llega por una conjunción de factores en el que la caída del poder adquisitivo del salario -aun en un escenario en el que la inflación se desacelera- es sin dudas relevante pero a la que se suma también incertidumbre respecto al futuro económico de la argentina, falta de control en la economía doméstica y carencia de educación financiera.
Ximena Díaz Alarcón, CEO y cofundadora de Youniversal, consultora especializada en investigación y tendencias, lo pone en estos términos: “Lo que vemos es un doble movimiento. Por un lado, las familias sí sienten una presión creciente en sus ingresos reales: la inflación erosiona la capacidad de compra y los salarios no logran compensar. Eso significa menos dinero fresco disponible. Pero también hay un factor de ánimo y de clima: cuando el escenario se vuelve más incierto —tensión política, elecciones cerca, sensación de que lo que viene puede ser inestable— las personas tienden a pisar el freno por precaución. No es solo bolsillo vacío, es también cabeza inquieta”. “Ese combo genera el efecto de freno que se empezó a notar ya en julio”, define .
La confianza del consumidor que mide la Universidad Torcuato Di Tella cayó en agosto casi 14 puntos respecto de julio, todo un síntoma que se traslada a las decisiones de compra.
“Lo que venimos viendo es una especie de mutación genética en la sociedad”, postuló en el comienzo de su análisis Guillermo Oliveto, especialista en tendencias de consumo, durante su exposición en Payway Trends la última semana. “Entre enero y mayo de este año según datos oficiales, se perdieron 125.000 puestos de trabajo y eso impacta sin dudas en el consumo“ ,
“Nos encontramos que la gente que antes se sentía clase media ya no lo percibe así. En la última encuesta que hicimos un tercio de la gente dijo que ya casi no queda clase media. Y esto es un problema porque el gen de la clase media genera movilidad ascendente y el gen de la pobreza genera resignación, empuja para abajo” “Hoy la expectativa de la clase media baja es “llenar la heladera” , subrayó
“Hoy el ruido, lo inquietante, está en la clase media baja y baja no pobre, que solo manejan el 40% del ingreso pero representan el 55% del consumo cotidiano. Hasta que ese grupo no arranque el consumo va a estar complicado . La clase alta -5% de la población- y la clase media alta se acomodó y para la pobreza está la asistencia del estado”, analiza Oliveto.
Bolsillos más flacos, mayor peso de las deudas sobre ingresos, oferta de crédito más escasa que en el primer semestre del año, y sobre todo mucho más cara, y límites de tarjeta de crédito que los bancos ya no están subiendo a demanda sino todo lo contrario, obliga al consumidor a revisar sus prioridades.
“Se consolida una estrategia de supervivencia, donde prevalece el corto plazo sobre el planeamiento financiero”, dice D’Alessio y subraya: “el endeudamiento reordena las decisiones de gasto. Servicios básicos, alimentos y salud absorben la mayor parte del ingreso”.
¿En qué productos o servicios los argentinos no se resignan a recortar?, ¿Por donde se pasa primero la motosierra cuando los ingresos están en jaque?
“El 83% reconoce haber modificado sus hábitos de consumo en el último semestre” dice Diaz Alarcon pero agrega un dato que parece de color pero no lo es: “cuando los recursos escasean, la inteligencia de consumo se agudiza. Ya no se trata solo de achicar gastos, sino de repensarlos”.
“Se gasta menos, pero se elige mejor y la austeridad convive con el deseo de disfrutar. Si bien se recorta en salidas o indumentaria, cae el porcentaje de quienes eliminaron los “gustos” de un 55% en diciembre de 2024, bajó a 39% en junio (última medición del Trend Lab)”, detalla la experta de Youniversal.
En igual sentido va Oliveto: “Tenemos un consumidor estoico. Prudente, moderado. Es un consumidor más asertivo a la hora de comprar , busca comprar bien más que comprar lo más barato. Tiene una ecuación de valor más sofisticada”.
Diaz Alarcon hace zoom sobre cómo se mueve el consumidor medio: “Se sostienen, o se recortan menos, los rituales cotidianos que dan identidad y microfelicidad. El mate, el cafecito, el snack para la tarde, la botella de gaseosa o la crema de la rutina de cuidado personal. El ‘gustito’ pequeño sigue vivo porque cumple una función emocional, no solo material”, lee entre líneas y entre porcentajes la analista de Youniversal.
Y la descripción nos pone frente a uno de los dilemas más comunes cuando se trata de ordenar el presupuesto: los gastos hormiga. ¿Qué tanto daño puede hacer ese “gustito”? Dejando de lado la cuestión emocional y lo que esos pequeños premios pueden significar para una persona o una familia que vive con lo justo (o menos) y no puede permitirse pensar en grandes conquistas, el “hormigueo” es sumamente perjudicial para la economía doméstica. Benjamin Franklin lo puso en blanco sobre negro: “Cuida de los pequeños gastos; un pequeño agujero hunde un barco”
Para las empresas la situación actual de los consumidores es también un gran desafío. “Hoy ganan los que saben seducir e interpelar a la demanda”, resalta Oliveto.
Diaz Alarcon remarca en la misma línea: “Las marcas que entienden esta lógica de la microfelicidad y ofrecen ‘formatos accesibles’, ‘promos inteligentes’ y sobre todo ‘narrativas de pertenencia y cuidado’, son las que logran estar en la lista corta de elecciones. No es solo precio: es transmitir que ‘acompañás en este momento’ y que tu producto sigue siendo ese refugio simbólico al que la familia argentina no quiere renunciar.
Finalmente Nora D’ Alessio también mira al lado de la oferta: “Este escenario redefine la relación de los argentinos con el dinero, el crédito y el consumo. Comprenderlo es clave para rediseñar estrategias de pago y financiamiento, hablarle al consumidor real, condicionado por deudas y construir propuestas relevantes que contemplen resiliencia, confianza y cercanía”. El desafío está lanzado.