Por distintos frentes, se ha iniciado en esta fase de la política económica argentina una etapa en la cual las decisiones técnicas tocan interés concretos, aunque a veces no se ve directamente esta vinculación. Por ejemplo, discusiones que tienen que ver con impuestos o aranceles. Aquella intervención de la discusión política sobre intereses concretos mueve pasiones: determinan la supervivencia o desaparición de empleos, de sectores de la economía y de determinadas actividades. Empieza así una etapa darwiniana que plantea una gran candidata de problemas al orden social y económico.
Parte de esta nueva fase en la que está por entrar la política económica se vincula con un aspecto llamativo del momento actual del país: un alineamiento con los Estados Unidos que reproduce -pero también agudiza- experiencias afrontadas en otros momentos de nuestra historia. En los años veinte, hubo un brote de nacionalismo. Se trató de la consolidación evidente de lo que se conoce como revisionismo histórico, que puso un tela de juicio la marcada asociación que la Argentina tuvo con Gran Bretaña, denunciada como una forma de dependencia. Existe otra visión de este mismo fenómeno que asegura que, producto de esta sociedad, la Argentina gozó durante todo un período una etapa de grandeza, esplendor y apogeo.
El “carnalismo” del que habló Guido Di Tella para describir las relaciones entre el gobierno de Carlos Saul Menem y Estados Unidos hoy parece casto al lado del nivel de alineamiento que le está imprimiendo Milei a la política exterior de su Gobierno para con EE.UU. o, más bien, con Donald Trump. Hay una explicación bastante obvia: Milei ya estaba asociado a Trump mucho antes de que el ahora presidente norteamericano se impusiera en los comicios. Es uno de los méritos de su intuición. Apostó al caballo correcto. Sin embargo, aquella apuesta le supuso a la administración Milei tensiones que no fueron del todo evidentes con el gobierno de Joe Biden y los demócratas.
Si había necesidad de un esclarecimiento adicional para comprender el alineamiento que se está vislumbrando hoy, hay que detenerse en lo que ocurrió antes de las elecciones legislativas. El programa económico tambaleando, a punto de hundirse y la estabilidad del equipo económico puesta en duda. El Gobierno fue afectado por una crisis cambiaria que se extendió luego al mercado de deuda. Allí irrumpió Donald Trump junto a su secretario del Tesoro, Scott Bessent, para rescatar del abismo al Ejecutivo. Es imposible entender los rasgos que tiene el acuerdo comercial que está empezando a negociarse preliminarmente sin entender esta ayuda financiera.
Gracias al respaldo de Bessent, se consolidó una política económica. El Gobierno mantuvo su orientación central con intervención sobre el mercado de cambios a través de bandas cambiarias y dejó pendiente la respuesta a una pregunta: ¿qué pasaría si por algún motivo externo se provocara una disparada del dólar y hubiera que defender el techo de la banda? ¿Qué haría Bessent? ¿Le diría al Gobierno que flote o comprometería los recursos del Tesoro en gastar dólares para mantener el sistema de bandas?
Hay que detenerse en otra dimensión de la relación económica entre Buenos Aires y Washington: la posibilidad de que se constituya un fondo adicional donde intervengan tanto el Tesoro de EE.UU. como organismos multilaterales para despejar cualquier fantasma de incumplimiento de la Argentina en materia de deuda. Es un mensaje a los fondos, agentes financieros, bancos y ahorristas que compraron bonos nominados en dólares y pueden tener algún temor de que la Argentina no cumpla con esos compromisos. Sería el Ministerio de Economía americano el que podría -subrayo el potencial- disipar dudas sobre el riesgo argentino al garantizar esos bonos. Es una novedad que, si se produce, tendría una magnitud extraordinaria. En resumen, quien le presta a la Argentina le prestaría en realidad a los Estados Unidos, quien se ofrece como garante y dota a la transacción de mayor seguridad.
Esta posibilidad resolvería un problema enorme que atraviesa a la Argentina: la desconfianza. El expresidente uruguayo Julio María Sanguinetti habla de una institución invisible que no está registrada en ningún texto institucional ni aparece en el organigrama de las instituciones, pero que es crucial. Se refiere a la confianza. La Argentina, en materia económica, genera desconfianza. Una forma que hemos tenido para solucionar dicho problema es encontrar en lo institucional un atajo al prorrogar la Justicia argentina en la Justicia americana. Garantizamos que los bonistas no tuvieran que litigar en un juzgado argentino para defender sus derechos sino que podrían hacerlo, por ejemplo, en Nueva York. Delegamos parte de nuestra soberanía judicial en Estados Unidos. Fue una forma precaria de disimular la desconfianza y exponer la incapacidad de construir instituciones creíbles para resolver problemas judiciales.
Hoy estamos a punto de encontrar otra forma de resolver otra desconfianza: ponerle a los bonos argentinos la garantía de un deudor más creíble como lo es el Tesoro de los Estados Unidos. Ello tendría un efecto que podría ser brutal -en el buen sentido de la palabra- sobre la economía argentina, ya que permitiría la disminución del riesgo argentino. Por ende, el que le presta a la Argentina también se cubriría menos. En consecuencia, bajaría asimismo el costo del dinero, la tasa de interés, el crédito y el dinero serían más accesibles. Hay un puente no del todo visible entre la baja del riesgo, la inversión, creación de riquezas y empleos. De poderse transitar de manera virtuosa, el Gobierno argentino estaría dando un paso muy importante. El efecto económico no sería solo para las empresas. También favorecería a las provincias en materia de financiamiento. Les permitiría hacer el roll over de sus deudas. Algunas, como la provincia de Buenos Aires, están muy comprometidas.
Del aspecto financiero en la relación con Estados Unidos se viró a lo comercial. La semana pasada, el canciller Pablo Quirno anunció la firma de un acuerdo marco para modificar algunas reglas de las relaciones comerciales entre ambos países. Hay que ajustar la lente sobre este tratado por muchas razones. No hay detalles sobre este acuerdo, pero sería algo también muy importante en tanto la Argentina abriría su economía a empresas de Estados Unidos, que son mucho más competitivas que las locales. La sociedad argentina se vería beneficiada por aquella apertura en términos de consumo e inversión extranjera. Pero se vería perjudicada desde otro punto de vista: muchas compañías no podrían competir con las filiales norteamericanas y probablemente morirían. Habría perdedores, entre quienes estarían los empleados de aquellas empresas también. Este acuerdo encierra un gran dilema. No es un problema sencillo sino complejo al que es imposible darle una respuesta simple.
Toda política exterior es una política de consumo interno. Trump está pensando en el votante norteamericano y tanto Milei como Quirno en el votante argentino. Presentaron este pacto como una novedad absoluta al estilo “el milagro del Presidente” o “el gran aval de los Estados Unidos a la administración Milei”. Sin embargo, si uno mira la política comparada, la realidad es diferente. Al mismo tiempo que se anunciaba el acuerdo con la Argentina, se anunciaba otro preliminar con El Salvador, Ecuador y Guatemala. Son tres países muy distintos al nuestro, ya que no tienen el aparato industrial argentino. Cada uno de ellos adopta el nivel de proteccionismo que le exige la estructura de su producto bruto o los niveles de industrialización que adquirió a lo largo de su historia.
¿Es el acuerdo entre Buenos Aires y Washington similar al de Guatemala, El Salvador y Ecuador? No. El argentino cuenta con una cláusula que los demás no poseen. Allí se habla de una asociación estratégica con EE.UU., lo que implica no solo el aspecto comercial sino también geopolítico e ideológico -y que determinaría por ejemplo cómo vota la Argentina en foros internacionales como la ONU-.
Este acuerdo marco se presentó como una novedad absoluta, como una excepcionalidad de la Argentina en su relación con Estados Unidos. Quirno estuvo el jueves en Washington, reunido con su colega Marco Rubio, secretario de Estado de Donald Trump, el mismo día que estuvo Mauro Vieira, el canciller brasileño, que ya lleva cuatro reuniones con Rubio negociando también los aranceles que Trump le aplicó a Brasil, enojado porque la justicia se metía con su amigo Jair Bolsonaro. Quiere decir que tampoco estas aproximaciones tienen tanto que ver con lo ideológico, porque no hay afinidad ideológica entre Lula y Trump. Y sin embargo avanza la negociación entre Vieira y Rubio.
¿Qué temas están sobre la mesa a partir del acuerdo marco que anunció Quirno? Primero, propiedad intelectual. Básicamente, la capacidad que tengan empresas con productos ligados al conocimiento de Estados Unidos para vender y patentar sus productos en el mercado argentino. Centralmente estamos hablando de la industria farmacéutica. La Argentina tiene una industria farmacéutica que no tienen otros países de la región. En los acuerdos marco de Ecuador, Guatemala o El Salvador, no aparece tan marcado el tema propiedad intelectual, porque tienen muy poco para proteger. La Argentina protege mucho. Tanto que hay quejas de Europa y de Estados Unidos. Los laboratorios extranjeros dicen que el Estado argentino está tan colonizado por la industria farmacéutica local que no pueden ni patentar productos, o tardan años en obtener una patente, o no pueden patentar procedimientos, entonces no los pueden copiar para que llevan a la creación de medicamentos.
Los laboratorios extranjeros se quejan de que ellos inventan un medicamento y como no hay un régimen de propiedad intelectual homologable en la Argentina, se les roba esa patente y los laboratorios nacionales hacen un producto sin invertir lo que invierten ellos en la investigación y el desarrollo de ese producto. Los laboratorios nacionales dicen que gracias a eso hay medicamentos más baratos en el país.
Pero además existe otra forma de protección que tienen los laboratorios nacionales respecto a los extranjeros: las ventas al Estado. El caso de la Andis habla de coimas en la compra de medicamentos para personas con discapacidad. Esos audios muestran que hay una especie de colonización del Estado por parte de determinados laboratorios nacionales que venden a través de droguerías, y eso les da una ventaja enorme. Por ejemplo, los contratos del PAMI, que consume el 40% de los medicamentos del país y, por lo tanto, fija precios. Estas son protecciones paraarancelarias, que no tienen que ver con el arancel ni con las patentes, sino con la captura del Estado por determinados sectores económicos.
Sin decir la palabra, este acuerdo marco también habla de China. Los Estados Unidos dicen: queremos que no se le dé ventaja, en las relaciones comerciales o económicas, a empresas de propiedad estatal como las chinas. En el capitalismo chino, al final de todo está el Estado, es el tipo de capitalismo que se ha desarrollado en ese país.
Este acuerdo marco también habla de derechos laborales. Justamente el Gobierno dice que hay un exceso de derechos laborales en la Argentina y que eso impide la inversión. Eso explica porque el gobierno de Milei quiere una reforma laboral. Desde Estados Unidos dicen: queremos que haya un piso, que no haya trabajo esclavo. Porque se atribuye a los chinos, por ejemplo en África, que realizan inversiones en las que llevan personal chino y establecen relaciones laborales desprovistas de cualquier protección para el trabajador. Entonces, una forma que tiene el capitalismo norteamericano de defenderse de la competencia china es pedirle a sus socios, como la Argentina, que se establezca determinado nivel de protección para los trabajadores.
Otro tema interesante, que habla de la economía actual, es el flujo de datos digitales. Los Estados Unidos favorecen la libertad total en el flujo de datos, incluso personales. En Europa, el Estado interviene y existe protección para determinados tipos de datos que no pueden fluir libremente. En China hay restricciones fronterizas a buscadores y plataformas. Estados Unidos también está impugnando el sistema chino en materia de flujo de datos, que es hoy la materia prima de la economía.
De allí, se derivan otras restricciones tecnológicas ligadas a áreas del Estado, como la defensa. Los Estados Unidos son muy cuidadosos con que no haya inversión china en tecnología militar, que los países aliados de EE.UU. no puedan comprar, por ejemplo, aviones de guerra de los chinos, como pasó con la Argentina. Por eso después el Gobierno decidió comprar los famosos F-16 estadounidenses.
Pasa lo mismo con inversiones estratégicas como la de un puerto de abastecimiento de flotas navales en Ushuaia. Al igual que con la hidrovía. Estamos hablando de temas de seguridad y estrategia logística pensadas bajo hipótesis de conflictos que pueden no realizarse nunca.
Hay sectores donde Estados Unidos mira a la Argentina: autos, tecnología, minería. Hay empresas y plantas automotrices que encenderán una luz de alarma si se abre el comercio de autos a los autos americanos. Otro tema clave son los minerales, los que tiene que ver con la industria electrónica, donde los chinos han avanzado muchísimo. Los estadounidenses ahora están mirando el mapa del mundo y dicen que quieren reservarse determinadas zonas de la minería, sobre todo las que se denominan minería de tierras raras, que son insumos de la industria electrónica.
Por eso, cuando el embajador de los Estados Unidos en la Argentina estuvo en el Senado estadounidense, haciendo el examen que le toman los senadores a los embajadores, Peter Lamelas dijo que iba a visitar las provincias argentinas. Al respecto, hubo toda una polémica desatada por Axel Kicillof. Lamelas quiere hablar con los gobernadores porque tienen un interés en la minería, que es de jurisdicción provincial en la Argentina. Los recursos del subsuelo, hidrocarburos y mineros son provinciales, por lo que hay que hablar con los gobernadores.
Muchos dicen que la Argentina va a ceder a cambio de nada. Pero no es así, hay que mirar el rescate financiero que hizo el gobierno de Trump al gobierno de Milei. El presidente y Quirno negocian con los Estados Unidos cuestiones comerciales de largo plazo muy condicionadas por ese rescate de corto plazo. Era una emergencia, Trump le salvó el gobierno y ahora pasa la factura. Pero no es cierto que Estados Unidos no ponga nada, pone para el gobierno de Milei y para la estabilidad de la economía financiera argentina.
Estos acuerdos determinan, condicionan e influyen en la relación de la Argentina con otros países. Hay que entender que el comercio internacional es un sistema. Lo que se le concede a las automotrices americanas posiblemente se le resta a las automotrices que exportan desde Brasil o a las coreanas o chinas. Lo que se le concede a Estados Unidos se le niega o se le dificulta a la Unión Europea, que está por firmar un acuerdo con el Mercosur. ¿Cómo quedan las relaciones con Brasil —nuestro principal socio dentro del Mercosur— si se firma ahora un acuerdo con Estados Unidos? ¿Qué va a hacer Brasil, que también está negociando con Washington -que también está negociando-? ¿Cómo todo esto puede afectar a empresas argentinas? Hay un tema concreto con la carne: afecta a la empresa brasileña de los Batista, el principal frigorífico del mundo, que fue clave en descongelar la relación entre Lula y Trump porque financiaron la campaña del republicano.
Mientras tanto, la figura de Donald Trump se vuelve doméstica para la Argentina. La encuesta de Casa Tres, de la consultora de Mora Jozami, muestra cómo baja la imagen negativa y sube la positiva: en febrero la negativa era de 51% y ahora está en 44%; la positiva estaba en 39% y ahora también está en 44%. Se igualaron la positiva y la negativa. Hay un 12% que no sabe o no contesta. ¿Mejora la imagen de Trump en la Argentina? ¿Tiene que ver con el salvataje a Milei o con que aunque no les gusta la política económica del Presidente, ven que sin la ayuda externa la Argentina se conducía a un desastre peor? Esto pareciera que fue muy determinante del voto a favor del Gobierno en las elecciones de octubre.
La mejora de la imagen de Trump, ¿tiene que ver con una derechización del electorado en toda la región? ¿Está relacionado con lo que pasó este domingo en Chile? Esas elecciones en las que quedaron instalados para el ballotage Jeanette Jara por la izquierda, una comunista moderada ligada a Bachelet, que ahora está buscando el voto de centro, que salió a criticar a Boric. Y el más competitivo de la derecha, que es José Antonio Kast, muy de derecha, pero moderado si se lo compara con Johannes Kaiser, que es directamente pinochetista y que este domingo no entró al balotaje, perdió. Muchos analistas, muchos encuestadores dicen que va a terminar ganando Kast la elección. ¿Tiene que ver con que la imagen de Trump mejora y hay un clima ideológico derechizado en toda la región? ¿Influye en Milei la elección chilena?
Interesante otra dimensión del problema. Antes de volver al poder, Trump dijo algo que uno espera escuchar en español, no en inglés: “Voy a hacer una dictadura republicana al comienzo”. También prometió hacer a «América grande de nuevo”, pateando el tablero, modificando aranceles con todo el mundo, creando problemas económicos y comerciales para obligar a negociar. Y después sentarse uno por uno: con Argentina, Brasil, Europa, Canadá y básicamente con China.
El problema es que Trump no tiene atribuciones para hacer eso. La Constitución de Estados Unidos le da la potestad comercial al Congreso. Por eso estas medidas arancelarias —que explican el acuerdo marco firmado con la Argentina— están siendo discutidas en la Corte. El 5 de noviembre hubo una audiencia, y quienes la siguen dicen que en marzo se decidiría en contra de Trump. Es decir, estos acuerdos comerciales están atados con alambre. Trump dice que no está modificando aranceles sino tomando medidas de emergencia económica, a las que sí lo autoriza la ley. Pero las emergencias se justifican caso por caso, y acá hay una reforma general de aranceles.
Por eso, esto que firma Quirno no se sabe qué destino tendrá en Estados Unidos. No sabemos si Trump estará autorizado a llevar adelante lo firmado con la Argentina, Ecuador, El Salvador, Guatemala o Brasil, etcétera. Los senadores argumentan que si cambian los niveles de protección, empresas de sus Estados pueden verse perjudicadas, y ellos representan a esas empresas y sus empleados.
¿En la Argentina, puede pasar algo parecido? Los gobernadores que tienen industria automotriz en su provincia —como Llaryora en Córdoba— o minería, ¿van a aceptar sin cuestionar estas decisiones de Milei o van a llevar la discusión al Congreso? ¿El debate del presupuesto va a estar atravesado por los anuncios de Quirno? ¿Habrá gobernadores que salgan a defender empresas y empleos de sus provincias frente a la amenaza de una apertura? Es una pregunta importante, porque en toda discusión comercial internacional hay ganadores y perdedores.
Lo que suceda con Estados Unidos está totalmente relacionado con el destino de las reformas en el Congreso. Allí, se observa un nuevo esquema de poder con figuras clave: Karina Milei, como figura central; Martín Menem, que continúa como presidente de la Cámara de Diputados; y Patricia Bullrich, como representante de la Casa Rosada en el Senado. También emerge Diego Santilli como ministro del Interior, aunque su rol está recortado básicamente por Manuel Adorni, que fue ubicado por encima y participa en las reuniones con gobernadores, lo que algunos interpretan como una tutela de la que Santilli busca liberarse al recorrer las provincias.
Martín Menem, Diego Santilli, Manuel Adorni y Patricia Bullrich, todos bajo el paraguas de Karina Milei, tendrán que negociar con los gobernadores. Y están facilitados para hacerlo. Esto debido a que hay un clima de opinión pública favorable al Gobierno. Otro estudio llevado adelante por Casa Tres de Mora Jozami exhibe que un 24% de la sociedad cree que Milei está cumpliendo en materia económica; un 5% asegura que está más abocado a combatir la casta; y un 22% destaca que hace ambas cosas. Esto en contraposición a un 46% que dice que el Presidente no se compromete con ninguna de ambas. Este trabajo se corresponde con una sensación generalizada de que el Gobierno cumple lo que promete, aunque sea de manera progresiva. Es una ventaja que tiene el oficialismo y algo a lo que los jefes provinciales le prestan especial atención al momento de analizar la posibilidad de tensar relaciones con el Ejecutivo.
No es el único dato relevante. Otra encuesta de Casa Tres muestra que un 65% de la población coincide en que el peronismo y/o kirchnerismo está menos fuerte que en el año 2023, cuando concluyó la presidencia de Alberto Fernández. Está quebrado en la provincia de Buenos Aires y atraviesa una horrible situación, que es la de tener personajes muy importantes de su historia reciente en el banquillo de los acusados. Julio De Vido volvió a prisión y Cristina Kirchner es juzgada en la causa Cuadernos. Se trata de otra ventaja con la que cuenta Milei para negociar.
Además del presupuesto, en el Congreso se tratará una baja de costos laborales e impositivos. Hay una pregunta que relaciona ambas cuestiones, tanto el acuerdo de Pablo Quirno con la agenda parlamentaria: ¿es posible que las empresas nacionales compitan con las estadounidenses sin antes resolver el problema de los costos? Algunos dicen que, con esta carga laboral e impositiva, no pueden competir con nadie. Otros son más vivos y se quejan aún con niveles de protección que hacen que no compitan desde el fondo de la historia. También están los que muestran desinterés por el cierre de empresas. Aseguran que la apertura con el nivel de clausura y de protección que tiene la economía argentina es buena en sí misma.
El gobierno de Milei, que promueve un plan de estabilización pro mercado, aspira a introducir a la Argentina decididamente en el capitalismo y se mira en el espejo de Menem y Macri, debe responder la siguiente interrogante: ¿Va a crear empleo con su política económica o lo va a destruir? Esta es la pregunta que está detrás del acuerdo con Estados Unidos, la eventual baja del riesgo país y la agenda parlamentaria, tributaria y laboral que están discutiendo desde la Casa Rosada con los gobernadores.

