Mientras el oficialismo libertario busca consolidar su poder territorial y transformar su caudal electoral en estructura política real, una fractura en la Ciudad de Buenos Aires viene a complicar esa ecuación. La decisión de Ramiro Marra de competir por fuera de La Libertad Avanza no solo desconcierta, sino que genera lecturas cruzadas sobre su verdadero objetivo: ¿es un acto de rebeldía legítima, una apuesta personal por fuera del aparato, o una movida que busca —directa o indirectamente— debilitar a Javier Milei en su bastión electoral más fuerte?
Hasta hace poco, Marra era uno de los cuadros más visibles de La Libertad Avanza de la Ciudad. Candidato a jefe de Gobierno en 2023, articulador del discurso liberal en los medios y uno de los primeros en jurar fidelidad al proyecto de Milei, su imagen estaba asociada al corazón mismo de la revolución ideológica que La Libertad Avanza proponía. Sin embargo, esa cercanía se desmoronó tras una serie de gestos que el entorno presidencial consideró inaceptables: su voto a favor del aumento de impuestos impulsado por Jorge Macri en la Legislatura porteña y los crecientes rumores de un acercamiento táctico al PRO.
Lejos de ser un conflicto puntual, lo de Marra terminó en una ruptura con el espacio, consumada a inicios de 2025 con su expulsión. A partir de allí, emergió como candidato de un nuevo armado político: Libertad y Orden, una alianza entre sectores liberales disidentes y la histórica UCeDé, partido que supo representar al neoliberalismo en los 80 y 90, pero que hoy sobrevive más como estructura electoral que como proyecto con peso ideológico.
La UCeDé, si bien tiene antecedentes liberales, también es vista por muchos dentro del oficialismo como parte del “parque jurásico” de la política tradicional. Su rol hoy se limita a ofrecer personería a dirigentes sin espacio, y Marra no parece haber dudado en subirse a ese tren para garantizarse un lugar en la contienda electoral. El resultado: una nueva boleta libertaria (al menos en el discurso), que compite directamente contra la lista oficialista encabezada por Manuel Adorni, actual vocero presidencial y figura ascendente del mileísmo porteño.
La pregunta es legítima: si Marra realmente cree en los principios libertarios, y si el proyecto de Milei sigue representando ese ideario, ¿por qué no apoyar al candidato oficialista en la Ciudad? La respuesta parece más ligada a los intereses personales que a la ideología. Una vez afuera del círculo de confianza de Karina y Javier Milei, Marra no solo no se replegó, sino que salió a competir, aun sabiendo que su candidatura puede fragmentar el voto libertario.
Desde el entorno presidencial no dudan en calificar su movida como un gesto oportunista y funcional a la casta. La lógica es sencilla: si el voto libertario se divide, la lista oficialista pierde fuerza y otros espacios —como el PRO o el peronismo porteño— pueden aprovechar esa dispersión para recuperar terreno.
Si bien a Marra se le vence su banca como legislador en diciembre de 2025 y necesita competir para retener peso político, la jugada tiene visos de algo más ambicioso. En la lectura de muchos analistas, su candidatura responde a un plan de acumulación de capital político que le permita competir con fuerza en 2027, tal vez incluso con una nueva postulación para la Jefatura de Gobierno. Pero esa apuesta lo aleja definitivamente del proyecto mileísta, que prioriza la disciplina interna, la coherencia ideológica y el orden institucional. En la visión del oficialismo, la de Marra no es una interna: es una operación que rompe las reglas del juego y que pone en riesgo la consolidación del espacio libertario justo cuando se juega su madurez como fuerza de gobierno.
Más allá de las tensiones personales, lo cierto es que Marra pasó de ser símbolo de renovación a representar muchas de las prácticas que La Libertad Avanza denuncia como propias de la casta. El uso de sellos vacíos, los acercamientos tácticos a estructuras tradicionales, la insistencia en competir por fuera sin hacer autocrítica, y un discurso cada vez más ambiguo, generan una pregunta incómoda: ¿Marra sigue siendo libertario o ya cruzó la línea?
La imagen de un dirigente que votó a favor de subir impuestos, que fue expulsado por el propio Milei, y que ahora compite contra Adorni, no cuadra con el perfil de alguien que defiende el cambio desde dentro. Para muchos militantes y votantes, su comportamiento terminó validando los peores temores: el sistema, tarde o temprano, absorbe incluso a quienes se presentaron como sus enemigos.
Lo que más preocupa al oficialismo no es la competencia en sí misma, sino su efecto práctico. Al abrir una lista paralela con discurso libertario, Marra confunde al electorado, erosiona la unidad del espacio y ofrece una ventaja a los rivales que esperan la fragmentación para reinsertarse en la política porteña. Si Adorni pierde impulso, no será solo una derrota local: será una señal de fragilidad que la oposición aprovechará para golpear al Gobierno nacional en su territorio clave.
La conclusión es simple: quien divide, debilita. Y hoy, desde la mirada mileísta, Ramiro Marra ya no juega en el equipo del cambio.