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Ibañez, el libertadorense que recibió la máxima distinción militar que otorga la Nación Argentina

Malvinas 40 años: Prefectura conmemora un nuevo aniversario de su participación en la Guerra. Además, como cada 22 de mayo, se recuerda el combate aeronaval protagonizado por el guardacostas GC-83 Río Iguazú en el que perdió la vida el cabo primero (post mortem) Julio Omar Benítez

A 40 años de la Guerra de Malvinas, la Prefectura Naval Argentina conmemora hoy un nuevo aniversario de su rol en la Gesta del Atlántico Sur y la actuación del GC-83 Río Iguazú, que combatió, el 22 de mayo de 1982, contra dos aviones ingleses.

Entonces, la Prefectura destacó personal y medios marítimos, aéreos y terrestres para recuperar las Islas Malvinas y ejercer su rol de policía de seguridad de la navegación y de los puertos, la salvaguarda de vidas y bienes transportados por buques y sus demás funciones como Autoridad Marítima argentina.

Además de cumplir con su misión, los hombres de la Prefectura, a bordo de los guardacostas GC-82 Islas Malvinas y GC-83 Río Iguazú, protagonizaron combates aeronavales.

La hazaña del Río Iguazú

El 22 de mayo el guardacostas GC- 83 Río Iguazú zarpó con destino a Puerto Darwin, en una misión de transporte de personal del Ejército Argentino y piezas de artillería.

Luego de más de tres horas de navegación, fue atacado por dos aviones Sea Harrier ingleses, librándose un combate: el entonces cabo segundo José Raúl Ibáñez, maquinista, ascendió a cubierta y observó que su compañero, Julio Omar Benítez, yacía muerto al pie de una de las dos ametralladoras que tenía el barco, luego de haber intentado repeler el ataque enemigo.

En ese momento, el libertadorense Ibáñez tomó el puesto de su camarada, apuntó contra los aviones y disparó, consiguiendo derribar uno de ellos. Por esa acción, fue condecorado con la máxima distinción existente hasta ese momento, la cruz “La Nación Argentina al Heroico Valor en Combate”.

Por el ataque, resultaron heridos los entonces oficial principal Gabino González, ayudante de 3ª Juan José Baccaro y el cabo 2º Carlos Bengochea.

El héroe Julio Omar Benítez, caído en cumplimiento del deber, fue ascendido post mortem al grado de cabo primero y condecorado con la medalla ‘”La Nación Argentina al Muerto en Combate”.
IBAÑEZ

En diálogo con La Prensa, Ibáñez recuerda que tras enterarse de la recuperación de las Malvinas, a las pocas horas comenzó el alistamiento y los preparativos para realizar el cruce a las islas.

– ¿Qué recuerda del viaje hacia las islas?

– Nosotros zarpamos el 6 de abril desde el Puerto de Buenos Aires y Gran Bretaña declaró el bloque el 12 de abril cuando estábamos próximos a las 200 millas haciendo el cruce. Recuerdo la navegación con olas de hasta 10 metros, se veía casi la mitad de la hélice de un guardacostas a otro. Hubo mucho trabajo del timonel. Todos los días me encomendaba a Dios.

– ¿Cuál era su función en el Río Iguazú?

– Yo me desempeñaba en el sector máquinas, era el segundo encargado. Nos acompañaba en sala de máquinas el cabo 2, Julio Omar Benítez, quien en situación de combate estaba destinado a una de las ametralladoras con las que contaba el guardacostas. Teníamos una tripulación de 15 hombres.

– ¿Cuándo entró en combate la Prefectura?

– Fue el 1º de mayo cuando el otro guardacostas de Prefectura que estaba en Malvinas, el GC-82 «Islas Malvinas», fue atacado por un helicóptero inglés Sea King en la entrada próxima Puerto Argentino, cuando regresaba de una misión. En ese combate quedó gravemente herido el cabo segundo maquinista Antonio Grigolatto. También quiero destacar la acción del ayudante Blatter quien cortó con una sierra, en medio del ataque, la cadena del ancla que había quedado calzada y así la nave pudo zafar y seguir su rumbo a Puerto Argentino.

– A partir del 21 del mayo cuando las fuerzas británicas desembarcaron en San Carlos las misiones se tornaban aún más peligrosas.

– Así es, nosotros en el Río Iguazú nos encontrábamos patrullando y realizando tareas de rastreo con los radares cuando el mismo 21 recibimos la orden de replegarnos a Puerto Argentino. La nueva misión fue trasladar a puerto Darwin a 19 hombres del Ejército y dos cañones 105 Oto Melara. En la madrugada del 22 partimos y recuerdo que las olas llegaban a más de tres metros de alto. Cuando estábamos próximos a Darwin entra por la radio la señal de alarma roja en la zona. Cuando salen a cubierta ven pasar dos aviones ingleses Sea Harrier y entonces el capitán Olmedo toca zafarrancho de combate. En ese instante los Harrier pegan la vuelta y se largan a atacarnos. En las ametralladoras se colocan el cabo Bengoechea y en la otra Benítez junto al suboficial Vaccaro. En la primer pasada queda herido de muerte Benítez y con graves heridas Vaccaro y Bengoechea.

– ¿Cómo vivió ese trágico momento?

– Yo estaba en la sala de máquinas y recibo impactos de la ametralladora del Harrier en la zona de babor que afecta el cargador de baterías, el banco de trabajo y el cielorraso. Al pie de la escalera en el acceso a la sala de máquinas empezó a ingresar una bocanada de agua. Era tanta la cantidad que entraba que puse a funcionar las dos bombas pero no daban abasto. Entonces voy al intercomunicador, llamé al puente y justo me atendió el capitán Olmedo. Le comento la situación y me dice: «Dejá todo como está, abandoná la sala de maquinas que yo voy a tirar (aproximar) a la costa».

– ¿Qué hizo?

– Yo pego la vuelta y salgo a la cubierta. Cuando estoy subiendo la escalera y quedo a medio cuerpo, veo a Vaccaro y Bengoechea arrastrándose y que me gritan: «!Hacélos pomada!» por no repetir la otra palabra que me dijeron en ese momento. Yo no entendía nada, levanto la vista y veo arriba mío un avión en picada. Ahí atropello el cuerpo ya sin vida de Benítez, que había quedado encogido con la herida en el abdomen, le saco el cinturón que lo sostenía, y me pongo al frente de la ametralladora Browning 12,7 mm. En ese instante siento que los motores del guardacostas se aceleran, y el Harrier comienza a abrir fuego en ráfagas. Yo le tiré adelante al avión y se comió la cortina de la 12.7. Segundos después comenzó a largar una densa estela de humo, pasó casi sobre nosotros y comenzó a perder altura.

– ¿Lo vió caer al Harrier?

– Yo no lo vi caer al avión, pero los observadores de la Fuerza Aérea que lo vieron, nos comunicaron que cayó el mar. Yo estaba aturdido por el ruido de las turbinas de los aviones. Fue todo muy rápido, cosa de segundos. El otro avión amagó con atacar por popa pero por suerte se fue. Cuando miro para popa veo levantarse el tambucho y parte de la tripulación que comenzaba a salir. Siempre pienso cuanto estuvo Dios con nosotros en esos momentos.

– ¿Cómo fueron los minutos siguientes?

– Después que pasó el avión, me sacudo, miro hacia tierra y veo a unas 20 personas que corren y eran las que estaban en el puente. Ya habíamos llegado a la costa y con la proa a unos 15 mts. encallamos. El «Río Iguazú» se hamacaba, parecía que se iba a dar vuelta. Ahí nomás empezamos a ayudar a los heridos.

EL RESCATE

Después del combate, el guardacosta quedó prácticamente inutilizado y las dos balsas salvavidas agujereadas. Los heridos fueron evacuados por un helicóptero de la Fuerza Aérea hacia Puerto Argentino. Los demás tripulantes quedaron en un islote sin salida cerca de Darwin hasta el día siguiente, el 23, cuando fueron rescatados por otro helicóptero.

Sobre esas horas que pasaron Ibáñez rememora: «Por la tarde, del 22, fuimos cinco a buscar el cuerpo de Benítez que había quedado en el guardacostas. Ya estaba duro, lo envolvimos en una frazada y cuando estábamos bajándolo vimos en una colina un helicóptero que bajaba. Con el cuerpo a cuestas empezamos a caminar y a trepar la colina. Cuando llegamos ya habían rescatado a gran parte de la tripulación y dijeron que volverían por el resto. Esperamos, pero ese día no vinieron, así que fuimos a buscar alimentos y frazadas al guardacostas para pasar la noche e hicimos guardia entre nosotros, un rato cada uno. En la madrugada sentimos un cañoneo naval y el ruido de aviones.

– ¿Finalmente los rescataron?

– El 23, a las 11 de la mañana, pasó un helicóptero argentino, logramos que nos viera pero nos hacen señas que aguantemos. Cuando volvió a la tarde nos preguntan cuantos éramos. Le decimos: 7 del ejército, 5 de prefectura y el cuerpo de Benítez. Entonces nos ordenan: ¡Dejen todos los bultos y el finado!. Ahí empezó una discusión porque nosotros queríamos sí o sí llevar al camarada caído. Finalmente aceptaron. Estábamos volando cuando entra la alarma roja. El helicóptero bajó, se apoyó sobre tierra y algunos lograron saltar justo en el momento que un Harrier pasaba rasante por la bahía. Yo creo que si el piloto dudaba un segundo en bajar. no la contábamos. Esperamos un rato, pasó la alarma roja y seguimos volando rumbo a Darwin. El 24 le dimos sepultura a Benítez en un cementerio junto a un soldado del Ejército. El 27 fuimos a Puerto Argentino y al continente volvimos en el Almirante Irizar luego del cese del fuego del 14 de junio.

EL LEGADO

El hablar pausado de Ibáñez, con su inconfundible tonada correntina, sólo cambia cuando recuerda a su compañero caído Benítez. Su humildad, aquel camino a la verdad, que despierta el respeto de sus pares y superiores, casi le impide contar que intentó atribuirle a Benítez el derribo del avión: «En 1983 me proponen para recibir la Cruz al Heroico Valor en Combate (la máxima distinción militar que otorga la Nación Argentina a un combatiente. NdR). Estos hechos en los que me que tocó participar se los quise atribuir a mi camarada que quedó herido de muerte. Pero como estaban Vaccaro y Bengoechea que vieron lo que había sucedido informaron que las cosas no habían sido como yo había dicho. Y ahí tuve que relatar lo que pasó. A mí no cabe contar ese accionar. Yo se lo quería atribuir a nuestro camarada. (Ibáñez se quiebra y le cuesta seguir hablando). Siempre destaco que si bien todo lo que luzco en mi pecho es grandioso y me reconforta, lo que más llevo en el alma son los camaradas con los cuales hemos estado juntos. Esta distinción no la logró Ibáñez solo. sino que lo hizo una tripulación de un guardacostas integrante de nuestra querida institución», rememora Ibáñez con un nudo en la garganta y los ojos brillosos.

– ¿Cuál es el legado que dejó para la sociedad la gesta de Malvinas?

– Ojalá pudiéramos ser parte del ejemplo de lo bueno para nuestra juventud. Ser más compañeros, confiables en todo, tener siempre latente que solos no somos nada. A mí siempre me tocó estar en los barcos y ahí la unión hace la fuerza. Hay que saber convivir y siempre por la vía del respeto.

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