Jorge Monzón, comparsero de toda la vida y representante indiscutible de la comparsa Carú Curá, de Esquina, relata sus vivencias y su historia con el carnaval.
Se convirtió en un referente de la comparsa Carú Curá, de la cual forma parte desde los doce años con sus magníficos trajes bordados de punta a punta y su inigualable actitud.
Con el paso del tiempo forjó un estilo personal que le permitió no sólo destacarse enormemente en su amada comparsa, desde su participación en grupos numerosos a ser elegido como portaestandarte y posteriormente ocupar lugares destacados como figura de la misma, sino a hallar un lugar para expresarse y encontrarse consigo en otra época en la que la sociedad era muy cerrada y se vivía en una estructura muy tajante, que parecía incuestionable. “El hecho de que yo me destaque en la comparsa hizo que yo tenga más confianza en mí mismo, que pueda quererme más” expresó.
Es innegable el enorme caudal artístico que brinda el carnaval, y la sensación de libertad que provoca, porque durante unas semanas el pueblo festeja y disfruta de una fiesta que es de todos y de todas, la cual porta pasión y acarrea identidad.
Jorge confesó que antes de terminar la última edición del carnaval, ya había comenzado a comprar materiales para la confección de un traje para el año siguiente. Aunque, finalmente, permaneciera guardado hasta hoy, aguardando a que llegue su momento.
El hecho es que los comparseros y comparseras piensan y viven durante todo el año esta pasión. Algunos/as de ellos/as empiezan a hacer sus trajes desde los primeros meses. Compran con mucho esfuerzo las plumas, las piedras o los instrumentos, buscando los precios más convenientes e incluso hay quienes realizan rifas o venden comidas en grupos para recaudar dinero y destinarlo a la comparsa. Siempre lo dan todo por amor a sus colores, fieles a sus sentimientos.
Todo este folclore pareció quedar en pausa durante dos años. Sobre todo para los y las integrantes de la Piedra Verde, quienes cumplieron en medio de la prohibitiva pandemia, sus cincuenta años de historia. Pero este es el reencuentro y el postergado festejo se llevará a cabo sin más demora, a pesar de que los números no sean exactos. Comentó Jorge: “tenemos que festejar. Mucha gente que cumplió años en pandemia festejó de manera íntima y, después, cuando se liberó todo recién hizo la fiesta… bueno, nosotros vamos a festejar nuestros cincuenta ahora, a pesar de que ya no son cincuenta, son más…”. Se verá el creciente aumento, del fervor verde y blanco conforme se acerquen las fechas.
De esta riquísima charla, con uno de los mayores representantes del carnaval de la ciudad de Esquina, se percibe un entretejido de vivencias y emociones plasmadas en nítidos recuerdos, y se materializan en detalles y vivencias que configuran una historia compartida. Tales son aquellas anécdotas de las competencias entre comparsas, los años de gloria, el triunfo nacional, el sonido que fallaba y la inmortalización de la cumbia del Cucumelo -prácticamente como uno de los himnos de la comparsa-, los ensayos, los viajes, la sopa paraguaya, los sandwiches de milanesa llevados desde Esquina, los lugares, el mar… “en una oportunidad estuvimos en Pinamar, en la costa –un día feo- estaba feo el mar, pero muchos conocimos el mar en ese momento”, compartió el bailarín de Carú Curá. Todo es parte de este tiempo, todos y todas tienen la posibilidad de vivir y compartir.
El carnaval fue, es y será el medio para encontrarse con las otras personas en un mismo lugar y entrelazados en una misma pasión.
Esta pasión puede ser despertada por el encuentro, creando vínculos a partir de las diferencias; disfrutando y acompañando el disfrute de los/as demás.
Esquina es Carnaval
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