A 12 años del día que regresa en forma de pesadilla, los familiares de Javier Gerez todavía no saben quién lo mató. El mayor problema de la Justicia no es su lentitud sino su inoperancia. O sus trabas intencionales y su burocracia orquestada para que un asesinato quede sin resolver. Gerez había ido a la cancha, como todos los domingos que recordaba en su vida, para ver a Lanús. Murió por un balazo que habría partido de un arma policial. Fue el 10 de junio de 2013. Desde entonces el fútbol de primera división ya no tuvo hinchas visitantes en las tribunas.
De aquel Estudiantes-Lanús en el Estadio Ciudad de La Plata a hoy sólo existieron maquillajes. Por un lado, algunas dirigencias priorizaron la recaudación y habilitaron sectores para rivales de gran concurrencia en partidos puntuales. Así fue como se vieron hinchas de Boca y River en distintas jurisdicciones, como también de Independiente o Racing en Mendoza, San Lorenzo en Santiago del Estero y Newell’s en La Plata, entre otros ejemplos. Y por otro lado, se extendió el término inaugurado durante la estadía de River en la B Nacional: el de hinchas “neutrales”, un eufemismo (una falta de respeto al lenguaje, mejor dicho) creado por Daniel Vila, presidente de Independiente Rivadavia. Luego lo copiaron varios otros, que liberaron la venta de entradas a no hinchas de su equipo con la condición, para que no parecieran visitantes, de que no se vistieran con sus colores queridos. Tenían cuatro patas y ladraban, pero aseguraban que no eran perros.
En esta vuelta parcial y gradual, los primeros responsables serán los clubes locales, que deberán proponerles a sus rivales la posibilidad de que lleguen acompañados. Lanús, que abre la tanda contra Rosario Central, marcó un buen antecedente con el precio establecido para las populares visitantes: 23 mil pesos cada una, el mismo valor que deben pagar los suyos. En el torneo pasado San Martín de San Juan, por el contrario, había emulado frente a River el sistema dinámico de la FIFA‚ pero al revés. Si en el Mundial de Clubes el valor de las entradas bajaba en la medida de que la demanda no era satisfactoria, San Martín decidió que los precios aumentaran diariamente. En 2019, Newell’s vendió populares para hinchas de River a 4 mil pesos, en una época en la que costaban un máximo de 500; de seis mil que quisieron vender, apenas lograron ubicar quinientas.
La segunda responsabilidad estará en el club visitante. Sólo podrán comprar las entradas quienes sean socios, lo que facilitaría el control y la investigación en caso de incidentes. Las barras, se sabe, tienen prioridad para conseguir sus lugares. El traslado de ellos es uno de los principales inconvenientes de lo que antes era normal y hoy parece una utopía. Un histórico funcionario de seguridad en el deporte reconoce por lo bajo: “El viejo fútbol, el de miles de hinchas visitantes en decenas de partidos por fin de semana, no volverá más”. Nadie quiere armar coberturas policiales que desprotejan las calles.
Por último, obvio, quedan los organismos de seguridad, que es lo mismo que hablar de la política. La meta para lo que resta del año es organizar, en cada fecha, un partido con dos hinchadas en la mayor cantidad de jurisdicciones posibles. El arranque en la provincia de Buenos Aires no es casual: el gobernador Axel Kicillof es afín a las máximas autoridades de la AFA, que esta semana firmaron que la selección argentina volverá a jugar en La Plata. Sería bárbaro que al campeón del mundo se lo pueda ver en distintas zonas del país, pero en este caso no parece más que un guiño político. Vale recordar que la copa ganada en Qatar fue paseada en un amistoso contra Curazao en Santiago del Estero, algo así como la nueva capital del fútbol argentino o, en realidad, la provincia donde comenzó su carrera dirigencial Pablo Toviggino, el tesorero de la AFA..
Seguramente, por lo menos en el comienzo, aquellos clubes cuyas hinchadas hayan protagonizado incidentes este año no serán autorizados a movilizarse, lo que probablemente generará alguna polémica. Habrá atención, además, en la desconcentración de los simpatizantes: los especialistas en la materia tienen estudiado que, cuando transcurre más de media hora después del partido, los hinchas locales comienzan a fastidiarse si no los dejan salir del estadio; suena lógico. El año próximo, si la prueba de estos meses le da paso a la normalidad, se dará el debate de la reciprocidad. No todos los clubes pueden destinarle un sector al adversario, ya sea por infraestructura o simplemente porque ya llenan el estadio con los propios.
Claudio Tapia fue claro en la conferencia del anuncio: habló de los clubes que “estén en condiciones y quieran recibir”. En la medida de que algunos no quieran nunca y otros acepten siempre, los hinchas de los últimos tal vez empiecen a quejarse. Será un problema a futuro. Por lo pronto, era hora de que hubiera una medida que recuperara parte de la vieja tradición. Una ronda de salideras bancarias no cerró los cajeros automáticos para siempre. El fútbol debía abandonar la desidia. Hay una generación casi entera que canta “te sigo a todas partes” sin haber ido nunca a ningún lado.