El robo de bronce y de distintos elementos metálicos en edificios y espacios públicos de la ciudad de Buenos Aires se convirtió, en los últimos años, en una constante. Según informaron fuentes oficiales a LA NACION, en las últimas horas, la Policía de la Ciudad detuvo a dos hombres en el barrio de Recoleta luego de que fueran sorprendidos intentando sustraer una baranda de bronce de un edificio.
El operativo se desarrolló en un edificio situado en la calle Ayacucho al 1800, cuando efectivos de la Comisaría Vecinal 2A, en una recorrida preventiva, observaron a dos individuos salir caminando de forma “apresurada” de un edificio. La actitud nerviosa llamó la atención de los policías, que iniciaron un seguimiento silencioso. A los pocos metros, en la avenida Alvear al 1900, lograron interceptarlos e identificar a los sospechosos.
Durante la requisa inicial no se hallaron elementos de valor entre sus pertenencias, pero al regresar al edificio de donde habían salido los hombres, los agentes comprobaron que una baranda de bronce de dos metros de extensión había sido violentada en su base, aunque no alcanzaron a desprenderla por completo.
Personal de seguridad privada de la zona aportó las imágenes captadas por las cámaras de vigilancia, en las que se observó a los sujetos manipulando la baranda metálica e intentando arrancarla.
Los dos detenidos, de 37 y 26 años, fueron trasladados a sede policial y quedaron a disposición del Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional N° 62, a cargo de Patricia Susana Guichandut, quien los imputó por el delito de tentativa de robo.
El caso no es aislado y estos robos se concentran principalmente en barrios residenciales y en zonas donde abundan edificaciones históricas que cuentan con objetos de bronce en sus fachadas. Los delincuentes buscan buzones, barandas, picaportes, porteros eléctricos, placas conmemorativas, tapas de inspección y hasta piezas de esculturas, que luego son reducidas en chatarrerías clandestinas.
Buenos Aires cuenta con más de 2300 esculturas en el espacio público, de las cuales el 80% son de bronce. Según advirtieron los especialistas consultados por este medio, al menos la mitad de estas obras sufrieron algún tipo de mutilación: desde la pérdida de piezas emblemáticas —como el arco del Herakles de Émile Bourdelle o la guadaña de El segador de Constantin Meunier— hasta la desaparición completa de estatuas.
Incluso, monumentos centrales como el del general José de San Martín en Retiro o el de Carlos María de Alvear en Recoleta fueron despojados de placas que contenían inscripciones históricas, reemplazadas en algunos casos por copias en resina. Desde 1996, al menos 13 esculturas completas de bronce desaparecieron de la ciudad, piezas que pesaban entre 20 y 450 kilos. La más recordada fue La Niña Feliz, donada por Países Bajos y sustraída en Puerto Madero en 2019, más tarde detectada en Paraguay.
Según advirtieron fuentes oficiales a LA NACION, la Policía de la Ciudad estima que, desde 2020, la oferta en el mercado clandestino de metales creció un 40%. Allí confluyen materiales robados y e incluso piezas provenientes de demoliciones o desguaces, ya que no existe un sistema de trazabilidad que permita distinguir entre lo lícito y lo ilícito, como ocurre con las autopartes. En este circuito también circulan cobre y acero, metales muy demandados por fundidores y exportadores.
Las chatarrerías y depósitos informales actúan como el primer eslabón de la cadena: reciben objetos sustraídos y los revenden en distintos formatos. En muchos casos, terminan convertidos en griferías, adornos, nuevas esculturas o directamente fundidos en lingotes para su exportación.