No descubre la salida del laberinto. No encuentra la fórmula para volver a ser. No muestra reacciones futbolísticas convincentes ni tampoco contagia. River es una sombra, un conjunto errante, aunque el fútbol argentino con su sistema de playoffs le entrega una última oportunidad para levantarse, redimirse. Clasificado para disputar los octavos de final del torneo Clausura, la hoja de ruta en Liniers señaló que no dependía de sus propias fuerzas para adueñarse de una de las plazas de la tabla anual para jugar la Copa Libertadores. El intento de los millonarios estaba sujeto al resultado del encuentro que en el estadio Uno, de La Plata, emparejó a Estudiantes con Argentinos. Pero los millonarios no fueron capaces de forzar esa instancia, empataron 0 a 0 con Vélez y ahora sus posibilidades para participar del máximo torneo continental de clubes se reducen a ser campeón o que Boca, Rosario Central o Argentinos festejen el título y liberen el cupo del Repechaje.
Una cirugía profunda intentó ejecutar el técnico Marcelo Gallardo, después de la caída con Boca. El regreso de Enzo Pérez a la alineación, una de las seis modificaciones que ejecutó, tras el partido en la Bombonera: los dos laterales, Fabricio Bustos y Milton Casco; Giuliano Galoppo, Santiago Lencina y Juan Fernando Quintero, el quinteto que acompañó al líder y una de las piezas que quedaron en la memoria en la final en Madrid 2018, con la obtención de la Copa Libertadores, pero que perdió terreno en el presente y empieza a despedirse del club. El Muñeco no solo agitó la alineación, también envió un mensaje al disponer de juveniles en el banco de suplentes. Con esas cartas salió a jugar: el empate fue el cuarto partido consecutivo sin ganar ni convertir, aunque no se cumplió un minuto y Juanfer Quintero asistió a Driussi, que rompió con una diagonal corta y definió por encima del travesaño.
La actitud que se le reclamó en el superclásico relució en el comienzo: de aquel equipo tibio, timorato, sin respuestas futbolísticas ni de espíritu, a una alineación con menos cartel, pero con empuje. Una formación que no le quitó el cuerpo a la fricción –a veces con una dosis de vehemencia exagerada, como la que terminó en la amonestación del debutante Agustín Obregón, que reemplazó al lesionado Fabricio Bustos-, pero que también hizo de la concentración un argumento: Vélez elaboraba una sucesión de pases y en un parpadeo River era capaz de cortar y poner en riesgo el arco de Marchiori, con un remate cruzado de Salas…
Fue una ráfaga, esa energía lentamente se consumió y volvió a reflejar los síntomas que los acompañan desde hace un tiempo. Dependencia excesiva de Quintero, con Salas luchando y lejos de ser factor de desequilibrio, y con Driussi con apariciones muy esporádicas, aunque en el primer tiempo fue quien provocó los dos sustos a la defensa rival: el segundo, con una definición elevada.
A Vélez, un triunfo le modificaba la posición en la tabla del torneo Clausura, porque desplazaba a Riestra de la tercera plaza; romper con la serie negativa de dos derrotas consecutivas – Talleres y Gimnasia LP-, y terminar la etapa regular con una imagen positiva frente a sus hinchas antes de encarar los octavos de final, que lo tendrá en la primera instancia como local en el Amalfitani, era el objetivo de la tarde en la que se rindió un homenaje a una de las glorias e ídolo del primer título, en 1969: Daniel Willington, que murió el 3 de noviembre.
Demoró en entrar en juego Vélez, que inició con una marcha menos, corriendo detrás de la pelota. Hasta que encontró el espacio Lanzini –una de las piezas que desechó Gallardo, al igual que Aliendro- y se convirtió en el eje de las ofensivas. Tuvo en el juvenil Maher Carrizo, en mayor medida, y en Tomás Galván a sus interlocutores. Un remate de cabeza de Jano Gordon, tras una acción de pelota parada, un aviso, mientras el equipo tomaba confianza; el remate de Carrizo, ajustado, que tenía destino de red y provocó la reacción de Armani, el mejor sello que impuso Vélez en ataque, donde también existió una polémica, cuando la pelota golpeó la mano del colombiano Juan Portillo y desató el reclamo de los mellizos Guillemo y Gustavo Barros Schelotto al cuarto árbitro Ariel Cruz y al juez de línea Maximiliano del Yesso para que Leandro Rey Hilfer –árbitro principal- revise la acción.
El juego físico le fue quitando espacio a las asociaciones, a la continuidad de pases, y los futbolistas que marcaban el pulso y arrancaban un aplauso empezaron a quedar opacados. Gallardo energizó al equipo con juveniles, porque una de las decisiones fuerte para el juego fue no concentrar al chileno Paulo Rojas y al colombiano Miguel Borja: ninguno de los dos continuará en el plantel, pero las situaciones contractuales son diferentes, porque al defensor el vínculo se le vence en diciembre, mientras que el atacante. Ian Subiabre, Thiago Acosta y Joaquín Freitas –otro debutante- tomaron los lugares de Lencina, Quintero y Salas; la salida de colombiano es una señal de que no tiene ritmo para un partido entero y que si no hizo diferencia en el primer capítulo sus chances de proseguir en el partido se debilitan.
En la pulseada de la dinámica, Vélez se llevó por delante a River. En medio de múltiples reclamos por faltas dentro del área, Thiago Silvero falló en el área menor una pelota que bajó de cabeza Galván. Armani era parte de la resistencia, porque le ahogó un festejo a Galván y en la continuidad de la acción, en una combinación de los zagueros centrales, Silvero habilitó a Tomás Cavanagh, que le erró al arco. Las respuestas de River fueron un remate de cabeza de Casco, tras asistencia de Salas, y un disparo de media distancia que ensayó Acosta, que Marchiori despejó al córner.
Terminó la etapa regular del torneo Clausura y River se consumió entre desilusiones y toma de decisiones que reflejan el presente de sombras. La estadística de 10 partidos sin ganar en 11 juego, entre la Copa Libertadores, la Copa Argentina y el torneo, es preocupante, al igual que el flojo nivel que ofrece el equipo y también las individualidades, que ya no alcanzan para salvar la ropa.
Las pruebas que ejecuta Gallardo no responden en el campo y la determinación de prescindir de algunas piezas y entregar responsabilidades a los juveniles es todo un síntoma de lo que puede ser el futuro. Los playoffs, el termómetro para descubrir si en medio del desconcierto asoma una solución mágica.

