Por Eduardo Schweizer – Actualidad Esquina
En nuestra localidad, más de diez vidas se han perdido en los últimos tiempos por accidentes de tránsito. A esta dolorosa cifra se suman decenas de personas con lesiones graves, muchas derivadas a Goya o a la capital provincial, enfrentando largas internaciones y secuelas irreversibles. Una tragedia que, en gran medida, es evitable.
En la mayoría de estos casos, hay un factor común: la ausencia del casco. Traumatismos de cráneo y lesiones severas podrían haberse prevenido con una simple acción: colocarse el casco antes de subir a una moto o bicicleta.
No podemos seguir mirando desde la vereda este drama que se repite. Necesitamos una campaña masiva, constante y coordinada. Para que funcione, no basta con un único actor: medios de comunicación, escuelas, clubes, iglesias de todas las denominaciones, comercios, empresas, asociaciones civiles y autoridades debemos actuar en conjunto.
Que haya carteles en supermercados y estaciones de servicio, mensajes en radios y redes sociales, recordatorios en misas y cultos, llamados desde las canchas y gimnasios. Que en las escuelas se enseñe como un valor de cuidado mutuo. Que los clubes lo incluyan como requisito para llegar a entrenar.
¿Por qué no naturalizar que se llegue con casco a cualquier lugar? A la iglesia, al club, a hacer las compras o a la escuela. Que sea costumbre, que sea señal de respeto por uno mismo y por los demás.
Las autoridades tienen la obligación de hacer cumplir las leyes con controles y sanciones. Pero la verdadera fuerza de cambio está en la conciencia colectiva. Cuando una comunidad entera defiende el valor de la vida, transforma hábitos y protege a sus miembros.
Hoy, más que nunca, debemos decirlo y repetirlo: el casco salva vidas. No esperemos a lamentar otra muerte para entenderlo.
