En el marco de la creciente preocupación por la violencia dentro de las instituciones educativas, dialogamos con Lucas Vilanova, docente y especialista en convivencia escolar, quien nos ayudó a diferenciar los distintos tipos de agresiones que se viven en el ámbito educativo y cómo detectarlas a tiempo.
“No hay que minimizar la violencia escolar”
“Primero debemos diferenciar los conceptos”, explicó Vilanova.
“La violencia escolar es un suceso puntual, por ejemplo, una discusión o una pelea entre dos alumnos. No debe minimizarse, pero se trata de un hecho aislado. En cambio, el bullying implica una situación sostenida en el tiempo, con una relación asimétrica: alguien tiene el poder y otro lo padece. Es un acoso prolongado que puede generar graves consecuencias psicológicas, emocionales e incluso biológicas”.
El docente remarcó que quienes sufren bullying pueden manifestar insomnio, aislamiento o conductas autolesivas, como forma de afrontar el sufrimiento.
lCiberbullying: el acoso sin límites de horario ni espacio
“En el ciberbullying se mantienen las mismas características del bullying, pero con un componente adicional: el uso de medios electrónicos como celulares o computadoras. El daño se multiplica, porque las burlas o agresiones se difunden y permanecen en el tiempo”, indicó Vilanova.
A diferencia del bullying tradicional, en el ciberbullying no es necesario un grupo o una contextura física imponente para ejercer poder. “Una persona puede acosar a otra desde el anonimato o fuera del entorno escolar, lo que dificulta la intervención docente”, señaló.
Las tres figuras del bullying
El especialista explicó que en toda situación de acoso existen tres roles: agresor, víctima y observador.
“El observador muchas veces, por miedo a convertirse en la próxima víctima, se suma o permanece callado. Pero también él sufre consecuencias psicológicas, como ansiedad o rechazo hacia la escuela”, agregó.
Cómo identificar al agresor
“Generalmente, el agresor presenta una falta de empatía. Por eso es fundamental trabajar las competencias sociales dentro del aula: empatía, autoestima, asertividad, resolución de conflictos mediante el diálogo y desarrollo moral. Hoy también se suma un concepto muy importante: la resiliencia, que es la capacidad de recomponerse y salir fortalecido de situaciones difíciles”, explicó.
“Muchas veces, los adultos también fuimos víctimas”
Vilanova destacó que en ocasiones los adultos minimizan el bullying porque en su infancia se lo consideraba algo “normal”.
“Cuando alguien dice: ‘en mis tiempos no pasaba’, en realidad sí pasaba, solo que no se lo nombraba. Todos recordamos alguna burla por la ropa, el apellido o la forma de hablar. Incluso conocí a un hombre de 70 años que me confesó haber dejado la escuela primaria por sufrir bullying. La diferencia es que hoy lo reconocemos como lo que es: violencia”.
Bullying institucional: cuando el docente también agrede
“Existe también el bullying institucional, cuando el propio docente agrava la situación o incita a los alumnos a burlarse de un compañero. Es fundamental reconocer que no solo ocurre entre pares”, subrayó.
Cómo detectarlo en casa
Ante la consulta de madres y padres, el docente enumeró señales de alerta:
- Cambios de comportamiento o de humor.
- Descenso repentino en el rendimiento escolar.
- Llanto o resistencia a asistir a la escuela.
- Aislamiento o deseo de pasar inadvertido.
- Uso de prendas que cubren el cuerpo aun en días calurosos.
- Dificultades para dormir, pérdida de apetito o conductas autolesivas.
“Por más que el chico no lo diga con palabras, el cuerpo y el comportamiento hablan”, enfatizó.
El rol de la familia y la escuela
Finalmente, Vilanova destacó tres factores que, según el psicólogo Dan Olweus —referente mundial en el estudio del bullying—, aumentan la posibilidad de que aparezca el acoso escolar:
- Falta de atención o comunicación entre padres e hijos.
- Castigos físicos excesivos.
- Falta de autonomía para explorar y desarrollar habilidades sociales.
“Si queremos prevenir, tenemos que fomentar la empatía, la escucha activa y el diálogo. El celular puede acercarnos o alejarnos, depende de cómo lo usemos. La clave está en volver a mirar al otro y reconocer sus emociones”, concluyó.

