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Ricardo González: «El golf me cambió la vida»

El esquinense, referente del Rosario Golf Club seguirá su exitosa carrera en la categoría senior. «El bichito de la competencia me volvió a picar», confesó el correntino.

Pablo Mihal / Ovación
Por Pablo Mihal

Ricardo González tiene su vida consagrada al golf y es un agradecido de ello. A lo largo de su carrera ganó más de una decena de torneos en nuestro país, disputó 17 temporadas consecutivas en Europa y tuvo el privilegio de representar a la Argentina en cuatro Copas del Mundo. Pasó por todas pero le queda carretel como para seguir jugando, divirtiéndose y ganando. En octubre de 2019, el representante del Rosario Golf Club cumplió 50 años, edad que le permitía continuar su exitosa carrera entre los seniors, cosa que la pandemia impidió momentáneamente. Un año después arranca ese sueño con la ilusión renovada, en un buen nivel y con toda la competitividad que siempre lo caracterizó al pelear cada uno de los grandes torneos que disputó. Vuelve al ruedo en una categoría nueva donde según él “no se necesita tanto físico”. Mentalmente ya volvió al fairway: “A partir de abril voy a competir en Estados Unidos y desde junio en Europa. Comienza una nueva etapa”, dijo como organizando su agenda.

“Cuando perdí la tarjeta de Europa pensé que por la edad no iba a tener la misma motivación. A los 45 años ya sos un veterano de esto, de hecho hay muy pocos jugadores que pueden mantener el nivel después de los cuarenta. Desde entonces estuve parado a nivel internacional, no en Argentina”, confesó González, nacido cerca de Esquina, Corrientes, pero rosarino por adopción.

Habrá sido un momento muy duro.

Sí, pero siempre que te pasa algo salís fortalecido. Por esa época también me lesioné la rodilla jugando al fútbol con los chicos del club y me dije que hasta los cincuenta no iba a jugar más. Pero un día mi hijo me invitó a que lo acompañe a jugar un torneo a Mar del Plata, cargamos los palos, y lo gracioso fue que jugué el torneo y lo gané. Ahí me di cuenta de que no podía dejar de jugar.

¿Qué balance hacés de tu carrera hasta ahora?

Es positiva desde donde la mirés. A los once años no tenía nada. Vivíamos en un ranchito y no teníamos proyección, como sucede hoy con la gente de las villas. Los que viven ahí no tienen esa visualizacion de querer mejorar y creo que en mi caso, gracias al golf, fue de cero a cincuenta mil, no de cero a cien. El golf me cambió la vida. Tuve la suerte de tener amigos que hoy son más que amigos, casi familia, que me han inculcado meterme acá, me abrieron sus casas para que yo sea quien soy hoy, y eso fue increíble. Como profesional hace 35 años que estoy en esto y con el golf desde los nueve años. Tengo 51, así que sacá la cuenta! Todo ese tiempo viviendo del golf: la primera etapa como caddie y la otra como jugador. Viví momentos increíbles, caí en lugares buenos y con gente piola… son cosas lindas y para destacar. Más allá del sacrificio y un poco de suerte que por ahí se necesita en algunas ocasiones.

Te veo muy optimista

En esta profesión siempre fui positivo y eso me ayudó a ser así en mi vida. El deporte es así. Hacés un bogey y tenés que pensar en el próximo hoyo.

¿Qué esperás para esta nueva etapa?

Estuve cuatro año parado y ahora es como que el bichito de la competencia me volvió a picar y estar presente. Estoy deseando volver a una cancha de golf, después veremos qué resulta

Cuando uno toma un deporte como trabajo, al común de la gente le cuesta entender hasta dónde es trabajo y hasta dónde es pasión y/o disfrute. ¿Vos que me podés decir?

Yo creo que a nivel profesional hay una mezcla. Trabajo es cuando tenés que emplear a fondo la concentración para ganar, pero entremedio, vas disfrutando de los buenos golpes, del paisaje. Muchos piensan que tenés que estar las cuatro horas concentrado y no es así. Una de las cosas lindas que nos pasa en este deporte es poder disfrutar de los lugares dónde vamos.

Una vez, hablando con Roberto De Vicenzo contaba que había viajado mucho pero que solamente conoció aeropuertos, hoteles y canchas de golf. ¿A vos te pasó lo mismo?

Fue así, pero en los últimos ocho años empecé a disfrutar un poco más. Conocí, por ejemplo, el centro de Madrid, algunos museos y otras cosas.

¿Cómo era antes?

Todos nos movíamos en el mismo sitio y era muy estructurado: A las ocho de la noche cenábamos y a las seis y media de la mañana ya estábamos desayunando para después ir a jugar. Los campos estaban alejados de las ciudades y ahora están casi adentro. Hasta los mismos circuitos fueron mejorando. Fui 15 años a Suiza, al principio tenías las montañas nevadas ahí cerca y nunca las subíamos; después empezaron a hacer tours para subirlas o tirarte de parapente si querías. Está bueno porque así, de paso, podés liberar un poco las tensiones que te deja la competencia.

Demasiada presión.

Sí, pero dentro de todo nosotros no somos tan estructurados como los europeos o el americano. Ellos juegan cinco años y se les quema la cabeza. Nosotros somos como más naturales para jugar. Con el swing, por ejemplo, no pensamos tanto, le pegamos y listo; por eso nosotros somos más longevos como jugadores.

¿Cuál es el torneo que recordás con más cariño y por qué?

Tengo varios, pero siempre te acordás del primero y del último. Con más cariño el que gané en Buenos Aires, en Praderas, porque fue mi primer torneo. Siempre pensaba cómo sería jugar con el Gato Romero, que era mi ídolo, y ganarle a él fue increíble. Yo tenía 18 años y no venía cosechando resultados como para que eso pase, pero se dió. Sin embargo, el último para mí fue el mejor. Fue en Suecia en 2009.

¿Qué tuvo de particular?

Creo que un artista que está arriba del escenario debe pensar lo mismo: “tengo que rematar el show con algo grande”. Y a mí me pasó eso: metí desde el bunker, hice un aproach espectacular en el último hoyo en medio de los árboles… Estaba con todas las luces prendidas y la gente se volvió loca. Yo soy de los que cree que a la gente hay que darle show y ese día tuvieron show. Fue inolvidable.
/www.lacapital.com.ar/

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